No soy lectora de biografías pero hace un tiempo tuve el gusto de leer algo sobre la vida de uno de mis autores favoritos: Lajos Zilahy. Era un librito cortísimo que compré en una tienda de viejo y que supongo deben ser los únicos sitios donde se puede adquirir. Se titulaba La vida de un escritor, escrita por F. Oliver Brachfeld con extensos pasajes en los que el propio Zilahy comentaba sucesos de su vida y que, en su momento, habían sido publicados en diversos periódicos en Hungría, ya que Zilahy era un personaje muy mediático.
El libro, a pesar de lo breve, me gustó mucho y en base a él redacté el siguiente artículo:
Lajos Zilahy nació en 1891, en la ciudad de Nagy-Szalonta, cuando ésta formaba parte del imperio austro-húngaro. El hecho de vivir en una época y un lugar que le permitieron conocer cambios históricos decisivos, y también sufrirlos, le proporcionaron mucho y variado material para sus obras y en ellas nos encontramos que, tras argumentos ficticios que cautivaron a lectores de muchos países, hay vivencias e ideas del propio autor.
Se puede decir de este autor que tuvo una vida de novela pues vivió de cerca sucesos históricos que determinaron su destino. Pero no se limitó a ser un simple observador de lo que ocurría, su carácter comprometido e idealista le llevó a formar parte activa en los acontecimientos que le rodeaban: por un lado dio a conocer al mundo la realidad de su país y de la convulsa Europa de primera mitad de siglo XX con sus obras de teatro, novelas, películas y los artículos que escribió para los periódicos en los que trabajaba, por otro cedió su fortuna al Estado para que fundara un colegio donde jóvenes húngaros inteligentes y válidos, de cualquier extracción social, aprendieran y se convirtieran en individuos capaces de tomar las riendas de la nación, pues consideraba que apenas figuraban húngaros en aquellos puestos en los que se decidía el destino de Hungría.
Era un hombre que sentía pasión por la historia de su país y, en particular, por sus propios antepasados. Según una investigación que hicieron él y su hermano del árbol genealógico familiar, su apellido significa “de Zilah” (de la ciudad de Zilah, en el corazón de Transilvania), y la y griega final implica pertenencia a la pequeña nobleza, en concreto a la nobleza Hajdú, estirpe que cuenta con varios cientos de años y el orgullo de haber salvado a la nación gracias a resistir el acoso de los imperios turco y germano en el siglo XVI. Todos aquellos valientes patriotas, entre ellos Márton Zilahy, se vieron compensados en 1596, cuando el Príncipe de Transilvania, Segismundo Báthory, les confirió la nobleza con todos sus atributos. Este interés por sus raíces lo plasmó el autor en uno de sus primeros libros: El amor de un antepasado mío (1923), donde rinde un tributo a sus ancestros narrando las andanzas de Martin Zilahy, el abuelo de su abuelo, húsar del emperador José II, y también las del guerrillero Mihály, el lobo feroz. Este último en representación de otro antepasado, muy anterior en el tiempo a su tatarabuelo, aunque cronológicamente los haga coincidir en la novela.
Volviendo al árbol genealógico, hubo varias generaciones de pastores calvinistas en la familia y al fin llegamos a su padre, que trabajó como notario, y murió cuando él tenía catorce años, dejando a la familia en la pobreza. Fueron tiempos difíciles agravados por el primer conflicto mundial, al que Lajos se alistó, pero fue gravemente herido, por lo que le dieron de baja en 1916. Poco después él y su familia fueron expulsados de su pueblo natal por los nuevos ocupantes rumanos, y tuvieron que vivir un tiempo en un vagón de tren. Este episodio dio pie a una de sus mejores novelas: La ciudad vagabunda (1939) que cuenta la huída de los ciudadanos húngaros de la ocupación rumana tras la 1ª guerra mundial, como resultado del tratado de Trianón firmado en 1920, en el que se cedieron algunas regiones a checos, serbios y rumanos. Como consecuencia, algunas de las familias que perdieron su hogar tuvieron que refugiarse en unos vagones de carga de la Estación del Norte de Budapest.
A pesar de todo, a base de trabajo y esfuerzo, la familia salió adelante y nuestro autor consiguió estudiar derecho, aunque pronto descubrió su vocación de escritor, y a ello se dedicó en cuerpo y alma. Publicó un recopilatorio de poemas que no tuvo mucha trascendencia. Sin embargo obtuvo gran éxito con las obras de teatro, que además eran más rentables económicamente que las novelas. La primera de ellas, una comedia titulada Fantasmas, fue la piedra de toque para que Zilahy se convirtiese en alguien conocido, pues su primera novela, Primavera mortal (1922) había pasado bastante desapercibida. Trata esta una historia de amor en la que un joven aristócrata de provincias es rechazado por su novia, lo que le llevará al juego y a la bebida, hasta que conoce a otra mujer. En 1939 fue llevada a la gran pantalla de la mano del mismo Zilahy.
Así pues la fama llegó por fin cuando contaba 32 años de edad. A raíz de sus éxitos con el teatro el público descubrió sus novelas y a finales de la década de los 30 sus obras habían sido traducidas a 15 idiomas. Entre ellas Algo flota sobre el agua (1928), en la que János, un joven pescador que vive con su esposa, su hijo y su suegro, divisa un día, mientras pesca en el Danubio, lo que parece el cadáver de una mujer. Este acontecimiento trastocará la vida de todos. Y también El desertor (1930), las aventuras del patriota Itsván Komlóssy, resentido contra el dominio austríaco, que toma la decisión de desertar del combate. Para escribir esta novela el autor utilizó sus propios recuerdos como combatiente en la 1ª guerra mundial.
A su mujer, Piroska Bárczy, la conoció en un concierto, cuando él tenía 39 años y ella algunos menos. Su vida sentimental hasta entonces había sido un fracaso, según él mismo decía por la calidez que no era capaz de dar a una mujer, ya que la volcaba toda en sus escritos. Cuando vio a Piroska aparecer entre los otros invitados, creyó ver en ella a Miett de Almady, la protagonista de Dos prisioneros, también traducida como Las cárceles del alma. Piroska era tal como había imaginado a aquella muchacha cuando la dio vida en la famosa novela que, publicada en 1927, fue una de las que más fama le reportó. La obra trata de dos jóvenes, Pedro y Miett, que se conocen en Budapest, se enamoran y se casan. Pero Pedro es llamado a filas para participar en la guerra al poco de casarse y su exilio se prolonga durante largos años, debido a que ha sido deportado a Siberia. Ambos se encuentran presos de una relación breve que con el tiempo y la distancia se ha enfriado y ya no tiene razón de ser.
Esta novela fue escrita para publicarse en folletín y está dedicada a uno de los parientes del autor, muerto en cautiverio en Siberia. En España se publicó por primera vez al precio de 4 pesetas y con cuarenta cortes hechos por la censura.
Con respecto al matrimonio de Zilahy cabe destacar que, a pesar del inconveniente de que profesaban distintas religiones (él era calvinista y ella católica), un problema que tenían muchos matrimonios de la época, sobre todo en lo que se refiere a la educación de los hijos, Lajos y Piroska fueron una pareja unida que vivieron los conflictos y felicidades propios de cualquier matrimonio. Y mientras, en su vida profesional, el escritor saboreaba las mieles del éxito. No tardó en ceder los derechos de sus obras para convertirlas en películas, incluso viajó a Estados Unidos, donde estuvo tentado de quedarse a vivir, con la seguridad de que tendría éxito trabajando en el cine. Sin embargo fue más grande el deseo de ser útil a su país, así que volvió, fundó la productora Pegazus, S.A. en 1939, y se instaló con su mujer y Mihály, el hijo de ambos, en su casa, ubicada en las colinas de Buda. De su estancia en Norteamérica tuvo la inspiración para escribir El alma se apaga -o También el alma se extingue- (1932), donde habla del desarraigo de los emigrantes, en concreto de un emigrante húngaro en Estados Unidos que huye de la pobreza para empezar una nueva vida. En esta novela, como en otras de este autor, la trama es inventada pero muchas de las vivencias son reales, experiencias del autor cuando vivió en aquel país, haciendo frente a la nostalgia, a un nuevo lenguaje y, sobretodo, a la distancia que hacía que cada vez se sintiera más lejos de su tierra, más desarraigado, que sintiera que su alma se apagaba.
Especialmente decisivo en las vidas de la familia Zilahy fue el día en que volvieron de pasar el fin de semana fuera de Budapest, concretamente el 6 de septiembre de 1942, y encontraron su casa destrozada por una bomba de un avión ruso. El impacto les llevó a tomar una decisión en la que ya llevaban pensando varios años: cederían su fortuna al Estado para la creación de la escuela Esteban Horthy, quedándose con lo imprescindible para vivir y empezar de nuevo. Un gesto tan alabado como criticado por sus contemporáneos, por considerarlo próximo al comunismo, algo que, por otra parte, no era cierto. Lajos no era comunista, veía bien la propiedad privada, pero era un hombre justo al que no le parecía correcto que unos tuvieran mucho y otros carecieran de lo básico. Esas eran el tipo de ideas que movían a un hombre como él, además del pacifismo, y el patriotismo, entendido como deseo de que su patria fuese una nación fuerte e independiente. Por esto mismo debió ser un mal trago para él todo lo ocurrido en la década de los cuarenta, tan lejano a la paz y prosperidad que deseaba para su país. Su aversión al fascismo le valió la persecución de los partidarios de Hitler en Hungría, y la posterior censura de los agentes de Moscú tras la segunda guerra mundial hicieron que emigrase a Estados Unidos en 1947. Su época en el exilio fue bastante fructífera, Lajos escribía y participaba en el montaje de obras de teatro y películas basadas en sus novelas. Mientras, Piroska trabajaba en un hospital. En noviembre de 1949 perdieron a su hijo Mihály en un accidente. El chico pertenecía al equipo de rifle de la universidad y se disparó con su propio fusil cuando le ajustaba la correa. Semejante desgracia marcó a los dos padres para el resto de sus días.
Lejos de su país
Zilahy escribió uno de sus libros más patrióticos:
Los Dukay, trilogía semi-histórica que narra la decadencia de una familia de la aristocracia magiar desde 1814 hasta mediados de siglo XX. Una obra soberbia donde la historia y la vida privada y pública de los Dukay se entrelazan para darnos a conocer lo acontecido en ese trocito de Europa que es Hungría. El estilo de este escritor, siempre ameno y fascinante, sus guiños al lector, sus golpes de humor y el hecho de que esta novela aúne todos los temas que le preocuparon, hacen de ella una de las más completas de toda su bibliografía. La trilogía, que se desarrolla a lo largo de unas 1.700 páginas, no está escrita en orden cronológico: escribió la segunda y tercera partes y luego completó con la primera.
El siglo feliz, también traducido como El siglo escarlata (1960) es la primera parte. Comprende el periodo entre el Congreso de Viena en 1814 hasta la primera guerra mundial, y narra la historia de dos hermanos mellizos -Antal (Glücki) y Arpad (Dali)- cada uno con un carácter y una tendencia ideológica distinta, simbolizando las diferentes posturas que podían darse en la Hungría imperial: a favor de los Habsburgo o a favor de la independencia y autogestión de Hungría.
Los Dukay (1949), es la segunda parte, y abarca de 1914 a 1939. Se compone a su vez de tres partes: El castillo de Ararat, Kristina y el rey, y El crepúsculo cobrizo. Aquí nos encontramos una nueva generación de Dukays en un mundo que cambia rápidamente y en el que tienen que encontrar su lugar. En la familia protagonista el padre, István Dukay (Dupi), es nieto del Antal de la primera parte, y con su esposa Klementina (Menti), tienen cinco hijos: El mayor Imre (Rere) sufre retraso mental, eso no impide que su lucidez intuitiva haga de él un personaje inolvidable, Kristina, que está enamorada sin ser correspondida del emperador destronado Carlos I, el pragmático György (Ostie) que, pese a que tiene intención de hacerse cargo de las propiedades familiares acaba emigrando a Estados Unidos, pues se casa con una rica heredera norteamericana, János (Johy), que se inclina hacia la ideología nazi, y, por último, Terézia (Zia), la más joven de todos, y también la más aventurera y transgresora.
La trilogía termina con El ángel enfurecido (1953), que narra las peripecias de la familia dentro de su marco histórico, de 1939 a 1953. En ella conocemos el desenlace de las vidas de cada uno de los hermanos, así como de Mihály Ursi, plebeyo de izquierdas y segundo marido de Zia, que representa la lucha de los húngaros contra el nazismo primero, y más tarde contra el régimen soviético.
Los temas de este autor, como se deduce de todo lo dicho, son las guerras que él mismo vivió, la patria, la historia de Centroeuropa, la emigración, el vínculo con los antepasados y, en general, las pasiones humanas. Para un público que, tras una guerra mundial, precisaba de un bálsamo contra los problemas derivados de la contienda, fueron unas novelas muy apropiadas, historias cuyos personajes eran gente corriente que viven, luchan y se enfrentan a lo cotidiano. Esa fue la clave de su celebridad. En España el éxito vino poco después, al principio sus novelas pasaron desapercibidas, pero una oportuna polémica entre críticos literarios sobre la amoralidad de Primavera mortal hizo que cobrara popularidad y que los lectores se aficionaran a él de modo que Zilahy se convirtió en uno de los escritores extranjeros más leídos, aunque desgraciadamente la censura nos privó de muchos fragmentos de sus novelas.
Años después autor y obra fueron cayendo en el olvido, hasta el día de hoy en que su nombre apenas se menciona en los círculos literarios.
Además de otras novelas como Las armas miran atrás (1936), un mensaje pacifista en una Europa abocada a un segundo conflicto mundial, ya que trata de un traficante de armas que sufre una transformación cuando conoce a una mujer de gran integridad, Vida serena (1941) o En el profundo bosque (1959), el autor escribió un total de 19 obras de teatro, algunas de ellas también se llevaron al cine. Su primer éxito fue la comedia Fantasmas, al que siguieron otras, no menos importantes como Brilla el sol (1924), donde aparece una figura vital en la infancia del autor, concretamente en los años de la escuela primaria: el maestro Lehoczky. Estrellas, una comedia que resultó un fracaso, gracias a lo que decidió ahondar en su producción novelística. Y otros títulos como Siberia (1928) en torno a un grupo de húngaros prisioneros en Rusia durante la primera guerra mundial, El general (1928) drama del que La Paramount hizo una adaptación al cine titulada El pecado virtuoso. El pájaro de fuego (1932), La cierva blanca, y Torres de madera, una protesta patriótica contra la injerencia extranjera ambientada en la década de 1940. También tiene algunas recopilaciones de cuentos, como las tituladas El gran dilema, El velero blanco e Idilio de pescadores.
Zilahy nunca vovió a Hungría, murió en Novy Sad, Serbia, -donde tenía una casa a la que iba a menudo- en 1974, sus cenizas fueron llevadas a Budapest, tal como dispuso en su testamento. Nos dejó un legado valiosísimo: obras de teatro, cuentos y novelas, que desde hace decenios es preciso encontrar en tiendas de segunda mano, con excepción de un par de ellas, que sí fueron reeditadas. Afortunadamente la editorial Funambulista se ha propuesto publicar una colección con todas sus novelas, traducidas nuevamente y, por tanto, sin la censura franquista, bajo el nombre de
Biblioteca Lajos Zilahy. Es una suerte para todos que iniciativas como esta nos hagan más accesible la lectura de escritores injustamente olvidados.
“Lo infinito se hace tanto más pequeño cuanto más vamos conociéndolo, y las personas tanto menos numerosas cuanto mejor sabemos distinguirlas unas de otras”. Lajos Zilahy, fragmento del artículo titulado Donde yo fui niño.
BIBLIOGRAFÍA
-La vida de un escritor, biografía y autobiografía comentadas, Lajos Zilahy-F. Oliver Brachfeld, Editorial: Lara. 207 páginas
-A history of hungarian literature (from the earliest times to the mid-1970´s), Lóránt Czigány.
-Some reminiscences about Lajos Zilahy, Stephen Beszedits.