Ediciones 1984
La sonrisa vertical
207 páginas
207 páginas
“Cierto día, una muchacha enamorada dijo al hombre que amaba: yo también podría escribir una de esas historias que te gustan... ¿Tú crees?, respondió él.”
Así comienza el prólogo de Retorno a Roissy, el libro continuación de Historia de O. En él la autora explica sus motivaciones para escribir estos dos libros, qué lugares y qué personas en su vida sirvieron de inspiración a personajes como Sir Stephen, René o Jacqueline. Pero cuando en 1954 se publicó Historia de O no se conocían estas motivaciones, ni se sabía qué autor o autora se escondía bajo el pseudónimo de Pauline Réage, y el prólogo del escritor Jean Paulhan tampoco revelaba nada de su identidad.
Ella, la autora, era Dominique Aury (nacida Anne Desclos), una intelectual francesa de la cual Jean Paulhan era el amante, el hombre por el que escribió esta novela. Pero esto sólo se supo públicamente cuando ella misma lo reveló en 1994 en una entrevista a The New Yorker, 40 años después de publicada la obra.
Y es que Jean Paulhan admiraba al Marqués de Sade y Dominique se vio retada a escribir una novela de temática similar que fuera del gusto de su amado. De ahí nació Historia de O, la peripecia vital de una fotógrafa de moda parisina que es llevada por su amante, René, al castillo de Roissy para introducirla en los rituales de la sumisión sexual. Durante unas semanas O sufre y disfruta de los castigos, los encadenamientos, latigazos, aprende a vestirse con propiedad, no juntar las piernas ni cerrar los labios como muestra de disponibilidad. Sistemáticamente los hombres que habitan en Roissy la utilizan sexualmente y la fustigan. La fotógrafa sale de allí con un anillo de hierro en un dedo que da a conocer a quien sepa lo que simboliza que está disponible para cualquiera en cualquier momento.
Ella, la autora, era Dominique Aury (nacida Anne Desclos), una intelectual francesa de la cual Jean Paulhan era el amante, el hombre por el que escribió esta novela. Pero esto sólo se supo públicamente cuando ella misma lo reveló en 1994 en una entrevista a The New Yorker, 40 años después de publicada la obra.
Y es que Jean Paulhan admiraba al Marqués de Sade y Dominique se vio retada a escribir una novela de temática similar que fuera del gusto de su amado. De ahí nació Historia de O, la peripecia vital de una fotógrafa de moda parisina que es llevada por su amante, René, al castillo de Roissy para introducirla en los rituales de la sumisión sexual. Durante unas semanas O sufre y disfruta de los castigos, los encadenamientos, latigazos, aprende a vestirse con propiedad, no juntar las piernas ni cerrar los labios como muestra de disponibilidad. Sistemáticamente los hombres que habitan en Roissy la utilizan sexualmente y la fustigan. La fotógrafa sale de allí con un anillo de hierro en un dedo que da a conocer a quien sepa lo que simboliza que está disponible para cualquiera en cualquier momento.
Poco a poco el relato va ganando en intensidad a la vez que O se va cosificando. Tras salir de Roissy conoce a Sir Stephen, a quien René la entrega para ser su nuevo dueño y el proceso de anulación de la fotógrafa va en aumento, cada vez sometida a nuevas pruebas, más negada de sí misma hasta acabar como adorno y reclamo en una fiesta, desnuda, encadenada y con un antifaz en forma de lechuza. La gente la ve y la toca como a un animal exótico pero no la hablan, como si no fuera una persona, quizá intuyen que O ha renunciado a ser una persona. Después de este capítulo magistral llega el desenlace, un tanto abrupto por inesperado que nos ofrece dos posibles finales para la protagonista, cualquiera de ellos, planteado de modo esquemático, rompen el ritmo del argumento, suponen una desviación inopinada de la imaginación del lector porque el final auténtico de la novela es esa imagen patética y a la vez sublime de O solo vestida con cadenas y la máscara de la lechuza.
El dilema que planteaba este desenlace sobre el futuro de O junto a Sir Stephen se solucionó en 1969, cuando Pauline Réage publicó Retorno a Roissy en la que la mirada de la narradora cambia fundamentalmente de ángulo y destapa ese lugar mítico del erotismo que fuera el castillo en Historia de O para descubrirlo como un mero burdel, y a Sir Stephen como al proxeneta frío y calculador que no parecía ser en la primera parte.
Es muy evidente que esta novela es heredera directa de Justine o los infortunios de la virtud, del Marqués de Sade, y el castillo de Roissy nos remite a los castillos que aparecen en aquella novela. Las semejanzas en cuanto a temática y algunos escenarios es clara, pero también lo son las diferencias, como apunta Susan Sontag en su ensayo La imaginación pornográfica:
“En los libros de Sade no existe la conciencia personal, si se exceptúa la del autor. Pero O sí tiene conciencia, y es ésta la que le sirve como atalaya para contar su historia.”
Es muy evidente que esta novela es heredera directa de Justine o los infortunios de la virtud, del Marqués de Sade, y el castillo de Roissy nos remite a los castillos que aparecen en aquella novela. Las semejanzas en cuanto a temática y algunos escenarios es clara, pero también lo son las diferencias, como apunta Susan Sontag en su ensayo La imaginación pornográfica:
“En los libros de Sade no existe la conciencia personal, si se exceptúa la del autor. Pero O sí tiene conciencia, y es ésta la que le sirve como atalaya para contar su historia.”
Y es cierto que Historia de O tiene una personalidad propia: Réage dota a su protagonista de pensamientos y sentimientos que ofrecen al lector, junto al relato erótico de calidad que es, las claves para interpretar una tendencia sexual que para muchos es desconocida. Porque O se siente satisfecha y orgullosa de ser esclava de sus amantes, primero de René y luego de Sir Stephen. O disfruta su esclavitud, disfruta del placer que le reporta el dolor porque por encima de todo eso hay un amor exaltado, casi místico, y un deseo de anularse ante alguien que ella cree superior. Su mayor prueba de amor es someterse a los deseos de ese hombre que ella sitúa por encima de todo lo demás. Y esa voluntad de ser esclava se transmite en el libro con una elegancia y una sinceridad que da a la novela un valor inusitado y la saca de la burda pornografía para convertirla en Literatura, en una novela referente en el tema del sadomasoquismo, aunque ya se hubiera leído alguna escena de flagelación sexual en Fanny Hill, de John Cleland, publicada en 1749, y el tema se tratara en La Venus de las pieles, de Leopold Von Sacher Masoch, publicada en 1870. Por no volver a mencionar a Sade que redactó Justine en 1787. Esta novela aporta una perspectiva más humana de las relaciones sadomasoquistas.
Las escenas de sexo, a pesar de no omitir nada y ser continuadas, están escritas con un lenguaje contenido que no se recrea en las descripciones ni en los detalles y tampoco resulta obsceno: plantea la situación, describe la escena pero no se solaza y, lo que es importante, no resulta violento a pesar de la violencia implícita que muchas veces se sobreentiende y que O sufre sin una queja, consciente siempre de que todas las torturas a las que es sometida son un tributo a su dueño y, por encima de eso, la única manera que conoce de sentirse sexualmente satisfecha. La otra cara de la misma moneda son los momentos en que ella toma el rol sádico disfrutando de fustigar a sumisas de su mismo sexo.
En unas relaciones tan ritualizadas donde las mujeres se maquillan y perfuman de una determinada manera, utilizan collares y pulseras de cuero, corsés para estilizar la cintura, elevar el pecho y ampliar las caderas, donde son habituales las marcas de pertenencia en la piel (en el caso de O grabadas con un hierro candente), incluso las argollas que perforan la vulva como símbolo, uno más, de esclavitud y pertenencia a alguien, no hay cabida para otra voluntad que las de los amos, los hombres dominantes que deciden lo que se debe hacer y cómo. Esto nos remite directamente a otro tema: la esclavitud voluntaria, de la que habla Jean Paulhan en el prólogo del libro rememorando una revuelta en Barbados en la que los esclavos manumisos exigían volver a ser esclavos. No sé si es una buena comparación pero consigue el efecto de hacernos comprender a O, y a muchas mujeres y hombres como ella que sólo en la esclavitud se sienten libres, quizá libres de sí mismos al haber renunciado a la propia voluntad.
En unas relaciones tan ritualizadas donde las mujeres se maquillan y perfuman de una determinada manera, utilizan collares y pulseras de cuero, corsés para estilizar la cintura, elevar el pecho y ampliar las caderas, donde son habituales las marcas de pertenencia en la piel (en el caso de O grabadas con un hierro candente), incluso las argollas que perforan la vulva como símbolo, uno más, de esclavitud y pertenencia a alguien, no hay cabida para otra voluntad que las de los amos, los hombres dominantes que deciden lo que se debe hacer y cómo. Esto nos remite directamente a otro tema: la esclavitud voluntaria, de la que habla Jean Paulhan en el prólogo del libro rememorando una revuelta en Barbados en la que los esclavos manumisos exigían volver a ser esclavos. No sé si es una buena comparación pero consigue el efecto de hacernos comprender a O, y a muchas mujeres y hombres como ella que sólo en la esclavitud se sienten libres, quizá libres de sí mismos al haber renunciado a la propia voluntad.
Este clásico de la literatura erótica contemporánea tuvo diferentes acogidas cuando se publicó, se le concedió el premio literario francés Les deux magots pero a la vez se acusó de obscenidad al editor y se prohibió la publicidad de la obra hasta 1967, al igual que quedó restringida la venta de la novela a menores de edad. Por otra parte el libro fue duramente criticado por el colectivo feminista acusado de hacer apología del abuso a las mujeres. Sin embargo tuvo muchísimo éxito de público y se considera un referente de la subcultura BDSM (Bondage, disciplina, sadismo y masoquismo).
Es curioso que la protagonista se llame O -¿Odile, Odette, Olivie, Othilie, Oriane?- parece significativo que, sea cual sea el nombre, la autora lo haya reducido a la mínima expresión, y que esa expresión sea la letra O, no creo que sea gratuito, al contrario, es extremadamente simbólico que a una mujer que se le despoja de todo se le despoje también de su nombre y curioso que en una historia de sexo sádico la protagonista se denomine con una letra como la o. La o de Objeto.
“Pero nada le ayudaba tanto como el silencio, excepto las cadenas. Las cadenas y el silencio, que hubieran debido atarla al fondo de sí misma, ahogarla, estrangularla, por el contrario la liberaban.”
“Le explicaron que siempre sería así mientras estuviera en aquel castillo, que vería el rostro de los que la violarían y atormentarían, pero nunca de noche, y que jamás sabría quiénes serían los responsables de lo peor.”
Ya había leído esta reseña tan buena, Lola, pero esta segunda lectura me obliga a comprar el libro para leerlo pronto (me estoy reorganizando y creo que pronto voy a volver a mi ritmo habitual de lectura). :)
ResponderEliminar¡Un abrazo!
No es una historia para todos los paladares pero es una buena historia. Espero que te guste y recuperes muy pronto tu antiguo ritmo de lectura. Besos ;)
ResponderEliminarEl libro me impresionó bastante,no es que esté de acuerdo con los hechos pero es en cierta forma una realidad. Gracias por la buena reseña y ¡saludos desde Costa Rica!
ResponderEliminarGracias.;-)
ResponderEliminarCreo que no hay que estar de acuerdo con los hechos o el modo de pensar de otros para reconocer un buen libro.
Saludos, Manana.
A mi me ha encantado, cada cabeza es un mundo y leer es conocer alimentarse de su riquesa en imaginacion, cada quien su rollo pero la historia vale.
ResponderEliminarSiguiendo una (un tanto arbitraria) concatenación de autores, del teólogo suizo Karl Barth me adentré en Dominique Aury sin albergar excesivas esperanzas de certidumbre respecto a su lectura, pero esta reseña verbaliza y describe muy bien atisbos de planteamientos e inquietudes, más allá de roles habituales o estereotipados sobre sumisión, pasividad, etc. Es muy interesante. Muchísimas gracias. De veras.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, Javi. Me alegro de que te haya sido útil.
ResponderEliminarLa crítica más interesante de todas las que he leído sobre este libro. Gracias.
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