Biblioteca total. Centro editor de América Latina.
240 páginas.
Mijaíl Saltikov forma parte de esa constelación de grandes narradores rusos que componen Tolstoi, Chéjov, Dostoievski, Gógol, Turguéniev y Liérmontov aunque, por desgracia, es menos conocido que estos. Los señores Golovlev se considera su obra maestra, e integra un ciclo novelístico denominado Los señores de Tachkent escrito entre 1867 y 1881, en el que se hace una crítica de la sociedad rusa de aquella época. Son libros difíciles –por no decir imposibles- de encontrar. El ejemplar que yo he leído lo conseguí en una de esas tiendas de segunda mano, que tantas alegrías dan a quienes deseamos leer a autores de calidad que se han editado poco y mal. El libro del que hablo proviene de Sudamérica, en concreto de una editorial argentina. Es sabido que mucha literatura rusa ha llegado a nosotros gracias a las traducciones que desde la década de los 60 se hicieron en América del sur y resulta extraño encontrarse en su lectura con expresiones como “liarse a trompadas” o “decir pavadas”, siendo un libro sobre una familia de nobles rusos, pero si es la manera de leer a autores como Saltikov esto resulta un mal menor.
Calculo que esta historia transcurre entre 1850 y 1880. Aunque es un dato aproximativo puesto que las referencias temporales son pocas y es imposible saberlo con certeza. Tampoco es necesario porque esos treinta años son margen suficiente para los acontecimientos que se relatan: el declive de una familia de nobles rusos en el ámbito rural, dueños de casas, propiedades y dinero que obtienen principalmente de la agricultura. Una familia de estructura matriarcal donde la madre, Arina Petrovna Golovlev es la que gobierna, administra y decide lo que hay que hacer mientras el padre, Vladimir Mijáilich, es alcohólico y está reducido a malvivir en una habitación de la casa, por lo que no tiene ningún peso ni en las decisiones económicas, ni en las familiares. Es Arina la que saca a la familia adelante, la que mantiene y multiplica la riqueza familiar y, a su vez, la que estropea a sus propios descendientes por su incapacidad de sentir cariño a nada que no sea el dinero y las posesiones. Verdugo y víctima, con el tiempo se hace consciente en parte de su error y de todo lo que ha perdido por su actitud, pero ya es demasiado tarde y ha sido suplantada en el papel de cabeza de familia por uno de sus hijos, menos productivo que ella y mucho más avaricioso.
El autor escoge un tema que se repite en la novela naturalista y con el que algunos escritores continuaron ya en el Siglo XX: el ocaso de una familia, pero no como instrumento para dar a conocer una época histórica, como ocurre en otras sagas familiares, sino como un modo de profundizar en las actitudes humanas. Lo histórico y lo político no tienen peso específico en la novela salvo algunas referencias, más bien anecdóticas, que se mencionan muy brevemente y resultan al fin de los pocos datos temporales que tenemos. Así ocurre con la abolición de la servidumbre en 1861, o la muerte de Napoleón III en 1873. Acontecimientos históricos importantes que en esta historia no afectan demasiado, a pesar de que la liberación de los siervos cambia bastante el modo de vida de los Golovlev pero, por desgracia, apenas se entra en detalles en cuanto a este suceso. Quizá Saltikov estaba más interesado en dibujar a un tipo humano, y en concreto a una parte de su personalidad, que es la hipocresía: cuando lo que se dice y lo que se hace, incluso lo que se piensa, son cosas totalmente distintas. Esto se apoya con una disertación del autor en el Capítulo titulado Cuentas de familia, en la que se hace una distinción entre la “hipocresía” francesa y la “mentira” rusa. No es de extrañar que se compare con la sociedad francesa, que era en aquel tiempo el referente de Rusia en Europa. Dice así:
Y cuando menciona a mentirosos, santulones y lenguaraces, está hablando por supuesto de Porfiriy, uno de los hijos de Arina y heredero de la fortuna familiar, a quien se define totalmente con esos tres adjetivos y que, por tanto, es fiel representante de esta teoría social de Saltikov y se erige en representante de todo lo malo y abusivo que pueda tener la nobleza rural rusa en aquella época. Queda claro, por tanto, que es una novela de denuncia hacia esta clase social, extendiéndose en algunas partes de la historia al terreno del espectáculo, vodevil y canción ligera, donde se incursionan las dos nietas de Arina Petrovna: Ana y Liuba. Pero creo que, como he dicho antes, además de esta crítica el autor pretende acercarse a la figura del mentiroso representada en el hijo segundo de Arina y Vladimir: Porfiriy, también llamado "Sanguijuela". No podía ser un mote mejor escogido. Este personaje es el gran protagonista de la obra, del que se consigue un retrato soberbio con pasajes descriptivos de su carácter enfermizo que me parecieron magistrales. Porfiriy es analizado en todas sus facetas: como hijo, padre, hermano, jefe de familia, administrador de la riqueza familiar y amante del ama de llaves. Es un mentiroso, avaro y meapilas que lleva las taras de su carácter a sus últimas consecuencias gracias al poder que le confiere su estatus. Al ser dueño y señor de la fortuna familiar, en la soledad de su casa de Golovlevo no tiene otra cosa que hacer que profundizar en sus fallos, aislarse del exterior y dar rienda suelta a su propia autodestrucción.
En una novela decimonónica como es esta me llamó la atención la ruptura de la estructura clásica, en el Capítulo Alegrías de familia no permitidas se produce, además de una distensión temática en cuanto se describen momentos familiares algo más alegres que los del resto del libro, un retroceso en el tiempo que me dejó sorprendida, pues esperaba un orden cronológico que no se cumple. Al menos con la única excepción de este capítulo en el que se cuenta un hecho fundamental que, por lo que se ve, quería narrar aparte, darle su propio espacio y con ello anticiparse a las técnicas narrativas del Siglo XX. Aunque en lo demás pertenece total y absolutamente a su época, es más, da la impresión de que Schedrín bebe directamente de la fuente del naturalismo: Émile Zola en esa inmensa obra que es la Saga de los Rougon-McQuart, tanto por el interés en relatar el devenir de una familia, como por hacer hincapié en los vicios y errores de cada uno de sus componentes, en el caso de Zola para construir el inmenso edificio literario con el que demostrar las leyes de la herencia, en el caso de Saltikov, bastante más modesto, para mostrar el ocaso de una familia y, por ende, de una sociedad feudal que se aproxima a su fin, como los Golovlev, que son partícipes y responsables de su trágico final, aunque el autor pretenda dar a esta desgracia un carácter aleatorio.
FAMILIA GOLOVLEV
-Arina Petrovna y Vladimir Mijáilich
-Hijo 1: Stepán Vladimirich, también llamado Stepka y El haragán.
-Hijo 2: Porfiriy Vladimirich, también llamado Sanguijuela y Lúduschka. Padre de Pável y Piotr.
-Hijo 3: Ana Vladimirovna. Madre de las mellizas Ana y Liuba.
-Hijo 4: Pável Vladimirich
-Arina Petrovna y Vladimir Mijáilich
-Hijo 1: Stepán Vladimirich, también llamado Stepka y El haragán.
-Hijo 2: Porfiriy Vladimirich, también llamado Sanguijuela y Lúduschka. Padre de Pável y Piotr.
-Hijo 3: Ana Vladimirovna. Madre de las mellizas Ana y Liuba.
-Hijo 4: Pável Vladimirich
Hay familias sobre las que pesa inevitablemente un negro destino. Esto se percibe especialmente en la pequeña nobleza que, inactiva, sin ningún vínculo con la existencia ordinaria, y sin influencia en los círculos de poder, antaño estaba distribuida en Rusia protegida por la servidumbre y que actualmente, sin ninguna protección, se va muriendo en sus casonas que se derrumban de vetustez. En la existencia de las familias míseras de esta alcurnia, tanto la felicidad como las desdichas son imprevistas, inesperadas, casuales.
En Francia, la falsedad proviene de la educación, podríamos decir que forma parte de “los buenos modales” y generalmente tiene un dejo político o social muy acentuado. Existen hipócritas de la religión, hipócritas de la conformación social, de la propiedad, de la familia, del gobierno y últimamente hasta aparecieron hipócritas del “orden”. (...) Saben que son hipócritas, de acuerdo con su estandarte, es decir, que son conscientes de su hipocresía, además de saber que los otros también la conocen. Para el francés burgués el mundo es una gran escena en la que se representa una eterna comedia, en la que un hipócrita contesta a otro. (...)
Por nuestra parte, los rusos no tenemos sistemas educativos suficientemente definidos. No se nos enseña con severidad, no se intenta que seamos paladines y promotores de determinados principios sociales, se nos permite crecer tan sencillamente como crece la mala hierba junto al cerco.
Por esta razón contamos con muy poco hipócritas y con muchos mentirosos, santulones y lenguaraces. No es preciso que practiquemos la hipocresía en aras de ningún principio social, puesto que no conocemos dichos principios y que ninguno de ellos nos protege. Somos libres, o sea que vegetamos, fingimos y protestamos por la nuestra, sin fundamentarlo en ningún principio.
¡Qué estupenda novela ha llegado a tus manos, Babel!, es una verdadera lástima que no se pueda conseguir con facilidad. Algunos libros deberían reeditarse urgentemente.
ResponderEliminarNo conocía al autor, tomo nota.
Besos.
Pues sí que debería reeditarse. A ver si pudiera conseguir alguna otra novela suya, aunque creo que va a ser difíci. :(
ResponderEliminarBueno, quizá alguna editorial le eche el ojo a este autor, como han hecho con Sholojov...
¡que bien ha quedado el cambio de look de tu blog! ¡me ha gustado mucho! tomo nota de este autor ¡gracias!
ResponderEliminarGracias a tí, bibliobulímica. Me alegra leerte. XD.
ResponderEliminar