lunes, 8 de diciembre de 2008

El hombre perro, de Yoram Kaniuk

Título original: Adam ben kelev
Traducción: Raquel García Lozano
Editorial Libros del asteroide
453 páginas

Mucho se ha escrito sobre el holocausto, y lo que se escribirá aún. El hombre perro es otro libro cuyo tema principal es la masacre de los judíos en la Alemania nazi, pero no es una historia más, es un libro que aporta un nuevo enfoque a la tragedia, el enfoque de las víctimas que no perdieron su vida pero sí su salud mental, los que no pudieron soportar el horror y se desconectaron de la realidad.

Adán Stein se salvó de morir en el campo de concentración de Auchausen porque el comandante Klein, que conocía sus dotes como payaso, le encargó que entretuviese y tocase música para distraer a los judíos que iban al crematorio, también a Gretschen, su mujer y a su hija, y en casa del comandante le obligaban a comportarse como un perro y compartir escudilla con el otro perro, Rex.
Esto salvó su vida pero las secuelas no se hicieron esperar, cuando viajó a Israel y se enteró de que su otra hija, Rut, había muerto terminó de perder el equilibrio emocional y le ingresaron en el hospital de Yafo.
Tiempo después la señora Seizling, una empresaria norteamericana, llegó a Israel y conoció a la señora Schwester, una fanática religiosa que esperaba un milagro: el advenimiento de Dios, y que la convenció de que montar un sanatorio para enfermos mentales víctimas del Holocausto era una buena idea.
Y allí va a parar Adán Stein junto con otros enfermos y el personal médico: El doctor Grossman, el médico con vocación de poeta y Gina Grey, la enfermera que ama a Adán, una especie de Lilit recuperada para este relato; Wolfowitz, el estafador que jamás ha estafado; Arthur, el desinfectador, que quemó la mano de su hija; Miguel de Salvaro, el eterno viajero; Uriel Bloch, el niño que se cree un perro...
La historia de Adán Stein es el hilo central de la narración, que da paso a otras voces, a otros dramas, cobrando especial protagonismo el niño-perro con el que Adán establece una relación que tiene en ambos efectos sorprendentes.

A pesar de la crudeza no resulta un relato victimista, más bien al contrario tiene un humor que a veces contrasta poderosamente con el dramatismo de lo que se cuenta, y una serie de ideas sobre las que se insiste a lo largo de todo el libro:
- El bigote de la señora Schwester, como elemento cómico.
- El cuerpo congelado esperando su entierro de la Señora Seizling, como elemento inquietante.
- El contraste entre el interior del sanatorio (aire acondicionado, pulcritud, música de fondo, tranquilidad, alfombras que absorben el ruido) y la naturaleza salvaje que se ve más allá de las ventanas (tormentas, frío, viento, el desierto abrasador.)
- Dios como alguien que ha dado la espalda a su pueblo, el pueblo elegido, en el momento en el que más le necesitaban.

Abusa de las referencias bíblicas y de los símbolos, el mismo título es un símbolo, como aclara la traductora al principio: Adam es el nombre del primer hombre, adam en hebreo significa hombre, persona. Adam ben kelev es el hijo del hombre, el hijo del perro, el hombre perro, puesto que necesitó convertirse en perro y dejar de ser hombre para poder salvarse.
Por tanto Adán es el hombre, cualquiera, y también es alguien muy especial con capacidad para averiguar las vidas ajenas y también de enfermarse a sí mismo, autodestruirse, canalizar todo su odio hacia sí mismo. El mismo dice: Soy Adán Stein, exterminador de sí mismo.
La narración está llena de frases cortas, imágenes sorprendentes, impactantes: Cazaré tigres en el desierto, pensó una vez, tigres de papel, tigres de sangre. Ó: Fuera estalló la mañana como una guerra.
Pero no es esta su mayor originalidad, lo novedoso consiste en que el narrador se contagia de la locura de sus protagonistas y narra desde la mente trastornada de ellos. Esto hace más difícil la lectura pues no se encuentran referencias, conexiones lógicas y hay que intuir y adivinar una realidad que no se nos muestra claramente, una realidad oculta tras telarañas de pensamientos, de símbolos, de odio y dolor.
Kaniuk ha sido capaz no sólo de crear humor en la desgracia sino de hacer despuntar entre tanto horror una historia preciosa, de amor, entre dos personas, un hombre y un niño que se quieren en la locura y que la superan gracias a ese amor. Allí donde los medicamentos y las terapias han fracasado triunfa el amor, el amor que redime, que es el más poderoso de los sentimientos. No sin cierta nostalgia dice Adán en el capítulo que cierra el libro:
Desde ese momento sólo pudimos tocarnos con las yemas de los dedos, como todas las personas. Sólo en los días negros de la locura pudimos tocarnos con los corazones saliéndose del pecho, sólo entonces pudimos frotar un corazón con otro.Y es que Adán Stein, el hombre, al recuperar la razón ha perdido el amor.

3 comentarios:

  1. ¡¡Me encanta tu reseña, Babel!!
    De verdad que es una historia preciosa.

    Abrazos. :)

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  2. ¡Sí que lo es!
    Es una pena que no sea un libro más conocido.
    Bss.

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  3. Hola:
    Hace tiempo que sigo tu blog, aunque no con la asiduidad que quisiera, y sólo quería preguntarte si no te importa que incluya un enlace de tu brújula en mi blog.
    Un saludo!

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