Título original: The disenchanted
Traducción de J. Martín Lloret
El acantilado
529 páginas
Traducción de J. Martín Lloret
El acantilado
529 páginas
Budd Schulberg tuvo en su juventud el encargo de reescribir el guión de una comedia llamada Carnaval de invierno junto con el escritor Francis Scott Fitzgerald. En la experiencia de esos días está basado este libro en el que, si bien algunos datos se alejan de la realidad, en esencia es la misma historia.
Schulberg muestra con creces sus dotes de narrador en un relato escrito con buen pulso en el que el interés no decae en ningún momento, al contrario, crece en intensidad hasta llegar a un final bastante inesperado. Y aquí quiero aclarar que este final es muy distinto de lo que fue el final del trabajo entre Schulberg y Fitzgerald, imagino que en esta ficción el autor quiso cerrar su historia de manera más definitiva y dramática y dar un lustre mítico al personaje de Manley Holliday.
Shep Stearns y Manley Halliday son los encargados de reescribir el guión de la historia Amor sobre hielo. El ocupado, enérgico y estereotípico productor Holliwoodiense Víctor Milgrim (el gran hombre) les reúne para este trabajo.
Shep es un aspirante a escritor que confía en que este encargo sea un buen punto de partida para su incipiente carrera. Holliday es un escritor que en la década de los veinte tuvo gran éxito con sus libros pero al que ahora, finalizando la década de los treinta, se considera un escritor fracasado: no tiene dinero para vivir mientras escribe su siguiente libro, está arruinado por las facturas del psiquiátrico de su mujer, Jere, y el colegio de su hijo Douglas, se rebaja a escribir guiones para películas y así ir saliendo de apuros, y trata de cuidar su maltrecho cuerpo aquejado de diabetes, imsomnio y alcoholismo, que empieza a superar en parte gracias a la ayuda de Ann Loeb, su compañera, que hace las veces de enfermera.
Pero Milgrim se empeña en que para este encargo se desplacen al lugar donde se rodará la película para que ayude a los guionistas a ponerse en situación y en parte por lo que puede aportar a sí mismo el ir acompañado de un escritor de renombre como es Holliday.
El viaje se convierte en un suplicio para todos. Para Manley porque recae en el alcoholismo y se hunde en una maraña de recuerdos y de incapacidad para sacar adelante el trabajo que se le ha confiado. Para Shep porque se le cae el mito del gran escritor, al que tenía idealizado y al que tiene que estar cuidando, protegiendo y convenciendo para sacar el trabajo adelante mientras el otro se muestra exasperántemente intratable y arrogante y el joven guionista le siente como una pesada losa que además va a arruinar su carrera recién empezada.
A veces, pensaba Halliday, la vitalidad de un joven, de cualquier joven, le resulta repulsiva a un viejo de cuarenta.
A veces, pensaba Shep, su rostro parece frío como una piedra, y en sus ojos no hay vida, como si llevara tres días muerto.
El relato salta hábilmente del pensamiento de Shep al de Manley, de manera que podemos conocer lo que piensa cada uno con respecto a sí mismo y con respecto al otro, y cómo va evolucionando esa relación entre los dos, el gran tema del libro: el maestro y el alumno, el que enseña y el que aprende, el admirado y el admirador. Y como la situación va cambiando y el joven pasa de la admiración del principio y el orgullo de trabajar con uno de sus escritores favoritos al asombro de ver el estado real de su cuerpo y su mente enfermos, el enfado por tener que soportar esta situación límite y desesperada en que Manley le pone y al fin la aceptación de que a pesar del desperdicio de hombre en que se ha convertido sigue siendo el gran escritor, un gran talento, prueba de ello son las ochenta maravillosas páginas del libro que está escribiendo.
Y ese brillo aún no extinto es el que a pesar de todo es capaz de ver Shep en Manley.
De otro lado unos capítulos que se intercalan denominados Asuntos pendientes son los flashbacks que nos permiten conocer la vida de Manley durante la década de los veinte, los años del jazz, su amor por Jere, sus éxitos, fiestas, extravagancias... una vida llena de viajes y glamour que desaparecerán junto con la década y el crack del 29.
Dado que Manley es un personaje que vive en el pasado, removiendo las cenizas de su antigua gloria, esos capítulos son vitales para entender el argumento y, de paso, para conocer una época a la que acusarían de frívola y despreocupada los que fueron jóvenes en los años 30, la generación que vivió una crisis y maduró más concienciada política y socialmente. Este desencuentro generacional entre los protagonistas es otro tema que aparece repetidamente a lo largo del libro donde cada cual defiende la década que les ha tocado vivir.
Schulberg muestra con creces sus dotes de narrador en un relato escrito con buen pulso en el que el interés no decae en ningún momento, al contrario, crece en intensidad hasta llegar a un final bastante inesperado. Y aquí quiero aclarar que este final es muy distinto de lo que fue el final del trabajo entre Schulberg y Fitzgerald, imagino que en esta ficción el autor quiso cerrar su historia de manera más definitiva y dramática y dar un lustre mítico al personaje de Manley Holliday.
Shep Stearns y Manley Halliday son los encargados de reescribir el guión de la historia Amor sobre hielo. El ocupado, enérgico y estereotípico productor Holliwoodiense Víctor Milgrim (el gran hombre) les reúne para este trabajo.
Shep es un aspirante a escritor que confía en que este encargo sea un buen punto de partida para su incipiente carrera. Holliday es un escritor que en la década de los veinte tuvo gran éxito con sus libros pero al que ahora, finalizando la década de los treinta, se considera un escritor fracasado: no tiene dinero para vivir mientras escribe su siguiente libro, está arruinado por las facturas del psiquiátrico de su mujer, Jere, y el colegio de su hijo Douglas, se rebaja a escribir guiones para películas y así ir saliendo de apuros, y trata de cuidar su maltrecho cuerpo aquejado de diabetes, imsomnio y alcoholismo, que empieza a superar en parte gracias a la ayuda de Ann Loeb, su compañera, que hace las veces de enfermera.
Pero Milgrim se empeña en que para este encargo se desplacen al lugar donde se rodará la película para que ayude a los guionistas a ponerse en situación y en parte por lo que puede aportar a sí mismo el ir acompañado de un escritor de renombre como es Holliday.
El viaje se convierte en un suplicio para todos. Para Manley porque recae en el alcoholismo y se hunde en una maraña de recuerdos y de incapacidad para sacar adelante el trabajo que se le ha confiado. Para Shep porque se le cae el mito del gran escritor, al que tenía idealizado y al que tiene que estar cuidando, protegiendo y convenciendo para sacar el trabajo adelante mientras el otro se muestra exasperántemente intratable y arrogante y el joven guionista le siente como una pesada losa que además va a arruinar su carrera recién empezada.
A veces, pensaba Halliday, la vitalidad de un joven, de cualquier joven, le resulta repulsiva a un viejo de cuarenta.
A veces, pensaba Shep, su rostro parece frío como una piedra, y en sus ojos no hay vida, como si llevara tres días muerto.
El relato salta hábilmente del pensamiento de Shep al de Manley, de manera que podemos conocer lo que piensa cada uno con respecto a sí mismo y con respecto al otro, y cómo va evolucionando esa relación entre los dos, el gran tema del libro: el maestro y el alumno, el que enseña y el que aprende, el admirado y el admirador. Y como la situación va cambiando y el joven pasa de la admiración del principio y el orgullo de trabajar con uno de sus escritores favoritos al asombro de ver el estado real de su cuerpo y su mente enfermos, el enfado por tener que soportar esta situación límite y desesperada en que Manley le pone y al fin la aceptación de que a pesar del desperdicio de hombre en que se ha convertido sigue siendo el gran escritor, un gran talento, prueba de ello son las ochenta maravillosas páginas del libro que está escribiendo.
Y ese brillo aún no extinto es el que a pesar de todo es capaz de ver Shep en Manley.
De otro lado unos capítulos que se intercalan denominados Asuntos pendientes son los flashbacks que nos permiten conocer la vida de Manley durante la década de los veinte, los años del jazz, su amor por Jere, sus éxitos, fiestas, extravagancias... una vida llena de viajes y glamour que desaparecerán junto con la década y el crack del 29.
Dado que Manley es un personaje que vive en el pasado, removiendo las cenizas de su antigua gloria, esos capítulos son vitales para entender el argumento y, de paso, para conocer una época a la que acusarían de frívola y despreocupada los que fueron jóvenes en los años 30, la generación que vivió una crisis y maduró más concienciada política y socialmente. Este desencuentro generacional entre los protagonistas es otro tema que aparece repetidamente a lo largo del libro donde cada cual defiende la década que les ha tocado vivir.
Pero... ¿Quién es en este libro el desencantado? ¿Shep, el que después de conocer la triste realidad del hombre al que admiraba parece que nunca va a ser el joven optimista y confiado de antes de comenzar el trabajo? ¿O quizá Manley, al que se le escapan los sueños, la fama, la juventud y la salud como arena entre los dedos?
Qué interesante, Babel. Si entendí bien, se trata de una historia (o historias) paralela y entrecruzada a la vez, en la que el pasado es determinante para conocer el presente.
ResponderEliminar¡Y de Acantilado! Me la apunto.
Abrazos!
Un libro interesante. También ha escrito DE CINE. MEMORIAS DE UN PRÍNCIPE DE HOLLYWOOD, que tiene aspecto de estar igual o mejor que este. Todavía no lo he leído pero pienso hacerlo porque el desencantado me gustó mucho y la temática me resulta interesante. R.R.
ResponderEliminarSi, Andrómeda, de acantilado ;). Haces bien en apuntártelo, no sólo por lo interesante de la/las historias de los protagonistas sino porque retrata muy bien el Hollywood de los años 20 y 30.
ResponderEliminarR.R., esas memorias caerán, seguro, aunque sobre ese tema tengo apuntados ya varios para leer.
Abrazos.
Babel, gracias a Gabo leí un artículo en el que Reverte cita este libro y a Fitzgerald como inspirador del personaje de Manley.
ResponderEliminarhttp://www.letraslibres.com/index.php?art=9127&rev=2
Como sigo con el tema, volví a esta entrada porque recordé que tú lo habías leído. XD
Gracias, Andrómeda. Ya lo he leído y es muy interesante. No conocía esa amistad-enemistad entre Fitzgerald y Hemingway. El artículo es muy bueno y explica muy bien los detalles de esa relación. Un beso.
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