viernes, 10 de octubre de 2008

Travesuras de la niña mala, de Mario Várgas Llosa

Editorial Alfaguara
375 páginas

Ricardo Somocurcio, un adolescente peruano de familia acomodada conoce un verano a una muchacha a la que llaman la chilenita, y de la cual se enamora. Por una serie de circunstancias ella desaparece de su vida. Como si fuera un karma esta situación se dará repetidas veces en diferentes puntos del planeta: ella, la chilenita, irrumpe en su vida, la disloca y luego vuelve a desaparecer. Es, en definitiva, una historia de amor obsesivo enmarcada en lugares y momentos interesantes: Lima en los años 50, París en los 60, Londres en los 70, Madrid en los 80...

En la pasada feria del libro de Madrid pude saludar a Vargas Llosa y me firmó este libro que tanto me ha gustado. Cada tarde estaba deseando llegar a casa para retomar la historia de Ricardo (el niño bueno) y la chilenita (la niña mala). Cada uno de los personajes encarna lo que dice su apodo: él es eso, un niño bueno, un hombre de bien, trabajador, ordenado, que ama con generosidad y entrega, que perdona una y otra vez. La niña mala es una mujer egoísta, calculadora, que busca el dinero fácil, que engaña para conseguir lo que quiere y menosprecia el amor. ¿Cómo hacer coincidir a estos personajes? Pues él será siempre el que da y pierde, y ella la que toma y gana. Aunque al lector le den ganas de zarandear a este hombre, o de abrazarlo, quizá, porque después de todo resulta entrañable de puro noble. Casi toda la vida de él transcurre en París, la ciudad donde siempre quiso vivir, excepto cortos periodos de tiempo en los que, por su trabajo de intérprete, reside en otros países. Y la novela se hace muy amena porque Vargas Llosa se ocupa de describir muy bien los lugares por donde va transcurriendo la historia. Según he leído después para escribir este libro ha tirado bastante de recuerdos. Nos describe muchos rincones de París, del Londres de la revolución hippy y las carreras de caballos... también incluye personajes que entran y salen de la vida de Ricardo cada uno con su historia como Salomón Toledano, el mejor intérprete del mundo, o el hombre que sólo con mirar el mar sabe donde hay que construir un rompeolas, o Yilal, el niño mudo que no lo es. Personajes que una está encantada de conocer. Pero la historia deja un regusto de tristeza, porque es una historia triste, o mejor, hay una parte del libro de grandes esperanzas: Ricardo va a vivir a París, comienza a trabajar, estudia y se perfecciona en su trabajo, en Perú se vive la fiebre revolucionaria que provoca la revolución cubana... Ricardo tiene amigos y perspectivas. A partir de ahí todo va en franca decadencia: la revolución fracasa, la niña mala le rompe el corazón una y otra vez, algunos amigos mueren.... Luego vienen las deudas, la enfermedad, el cansancio. Y de la promesa de felicidad no queda nada. A pesar de todo creo que tiene el final que debe tener. ¿el estilo? Sencillo e impecable.

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