Editorial Planeta
310 páginas
Ariadna es una española que trabaja en la ONU en Nueva York. Un día le conceden el traslado a Costa Rica. Allí conoce a Jonás, un portento de belleza y erotismo.
Lo he leído a pesar de haber sido finalista del premio Planeta en el 98. No me suelen gustar los premios Planeta. Además decir que es un libro triste, un dramón. Empezó siendo una historia alegre que me transportaba a las tierras exóticas de Costa Rica, a su naturaleza, sus playas, su gente y sus fiestas. Me dieron ganas de ir y conocerlo en persona. Y es que Mendiluce ambienta muy bien los escenarios. La historia en sí es como una montaña: La primera parte del libro es una subida, Ariadna llega a San José y se pasa el día de fiesta. Allí todo es precioso, incluido el mulato Jonás. Una vez que se enamora de Jonás comienza el declive, un descenso imparable y un final trágico que pretende apuntar a la esperanza sin conseguirlo. No faltan tópicos: Chica bien conoce y se enamora de indígena pobre pero feliz... que resulta ser un mulato extraordinariamente dotado sexualmente... Tampoco falta moralina: El sexo y la fiesta excesiva se castigan con enfermedades o embarazos. Hay personajes que resultan muy planos, parece que estén ahí para cubrir un hueco necesario, como por ejemplo la amiga de Ariadna, o su madre. Con su amiga Nuria intercambia cartas a lo largo de todo el libro, es su mejor amiga, pero cuando se reencuentran en Barcelona no se ve nada de esta relación tan estrecha. Hay un momento en el que Nuria quiere hablar con Ariadna de lo pasado con Jonás, de la relación entre ellas... pero esta pone una excusa y se va. No se vuelve a tocar el tema. La madre, por su parte, es una persona fría con la que Ariadna mantiene una relación formal y distante, sin sentimientos. En definitiva, es un libro ameno, que está bien para pasar el rato y conocer algunas cosillas de Costa rica, pero que nunca estará entre mis favoritos.
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