Título original: Die liebhaberinnen
Traducción de Susana Cañuelo y Jordi Jané
Editorial El Aleph
185 páginas
País: Austria
En la página 124 dice: “Puesto que el destino de Brigitte está en nuestras manos, podemos interrumpirlo siempre que nos parezca oportuno”. Con esta declaración la autora se está proclamando narradora omnisciente que no oculta que ella es dueña y señora de lo que ocurre a sus personajes, a la manera de Kundera cuyos libros tienen este recurso como seña de identidad. También Jelinek, como antes hizo Kundera, hace del lector su cómplice.
De esta manera la autora rompe con el personaje de la novela tradicional y crea unos personajes absolutamente planos, que son sólo una excusa y un medio para hacer la crítica que se pretende, ¿y cuál es esa crítica? La sociedad, en este caso la austriaca, aunque se puede extrapolar a cualquier sociedad capitalista, porque son sus valores económicos y morales lo que se critica. También a los hombres y las mujeres, cómo se pliegan a los dictados y exigencias de esa sociedad.
Brigitte y Paula son trabajadoras en una fábrica de costura, ambas tienen un mismo objetivo: casarse con un hombre, tener un hogar, sentirse económicamente seguras para poder creerse realizadas. Cada una consigue un resultado diferente pero todo el proceso es descrito con una gran carga de negatividad que ha sido constante en las posteriores novelas de la autora después de esta primera. Jelinek despoja a la sociedad y al ser humano de todo lo bueno para criticar hasta el escarnio todos los aspectos negativos: el egoísmo, las limitaciones, la dependencia... no hay perdón ni indulgencia para nadie, la crítica es tan feroz que resulta agobiante para los lectores que, como yo, vemos la vida de otro modo.
Y aunque nada ni nadie escapa a su crítica visceral carga las tintas con el sexo masculino a los que ve como seres sin sentimiento, brutales, que viven en función de su sexualidad.
También dice Jelinek en la página 153: “Esto no es una novela bucólica, esto tampoco es una novela de amor, aún cuando así lo pareciese.
a pesar de que esto aparentemente trata del campo y del amor, no se trata en realidad ni del campo ni del amor”.Ella es iconoclasta, es innovadora, guste más o menos es cierto que es una de esas escritoras que abre camino a nuevos estilos y nuevas formas de entender la novela. En Las amantes, por ejemplo, no utiliza las mayúsculas, no se si como llamada de atención o simplemente por un capricho estilístico. Usa muchas repeticiones de frases y palabras, y exclamaciones constantes en un intento de resaltar la ironía de lo que va contando. Pero está claro que ella no persigue la belleza estética, sino dar un mensaje, de ahí la estructura sencilla, alternando los capítulos que dedica a cada historia, de ahí también el estilo directo, sin florituras. No hay descripciones, ni largas disertaciones, sólo unos sucesos que le sirven de base a su crítica. No evita las palabras malsonantes que afirman la crudeza de las historia. Así, temas como el matrimonio y el amor quedan totalmente expuestos, reducidos al absurdo de ser un montaje de la sociedad para la manipulación de hombres y mujeres. En última instancia una trampa para las mujeres que tienen que “cazar” a un hombre para ser felices, algo que la autora, como buena feminista, desprecia y ridiculiza.
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