viernes, 10 de octubre de 2008

La tierra convulsa, de Ramiro Pinilla

Trilogía Verdes valles, colinas rojas
Editorial Círculo de lectores
727 páginas

Esta es la primera parte de una trilogía de unas 2.400 páginas que el autor ha tardado 20 años en escribir, la segunda parte se titula Los cuerpos desnudos y la tercera Las cenizas del hierro. Es un relato costumbrista situado en Getxo (Bilbao) que abarca desde 1889 hasta 1942. Se cuentan anécdotas diversas de la comunidad y sus habitantes, pero la espina dorsal de la narración es Ella, una mujer que llega a Getxo y empieza a trabajar sirviendo en casa de Camilo Baskardo y Cristina Oiaindia. La historia comienza el día del cumpleaños de Josafat Baskardo, hijo de Camilo y Cristina, cuando se descubre que Ella está embarazada de Camilo y es expulsada de la casa. Se apañara para ascender social y económicamente a costa de los Baskardo, y también de los Altube. Pero 727 páginas dan para mucho, y también se habla de la industrialización, del nacimiento de los movimientos sindicales, del nacionalismo de Sabino Arana, de los inmigrantes que trabajan en las minas, de las pasiones humanas...

¿Qué decir? Leer este novelón me ha dejado sin palabras. Ante todo destacaría el buen hacer de Ramiro Pinilla, y el trabajo que le debe haber costado tejer esta historia plagada de buena prosa y excelentes diálogos. Ha sido un placer leerle y en cuanto pueda leeré los otros dos tomos ¡Pues claro! Quiero saber qué pasa con ese ejército de personajes. Para hacer más ameno el relato los capítulos responden a la visión de varios personajes: Josafat Baskardo, Asier Altube y Roque Altube. Cuando habla Josafat o Roque se narra un periodo corto de tiempo, un momento crítico que se trata con gran intensidad y se prodiga en diálogos. Cuando habla Asier, ya en 1942, ayudado por el viejo maestro Don Manuel, resumen los hechos desde la distancia de los años. Aunque ellos también han vivido y viven otras historias. Hay dos personajes muy inquietantes: Ella y Madia o Magda. Llegaron al pueblo sin nada, siendo Ella una adolescente que acababa de sufrir un aborto, y Madia o Magda apenas una niña. No dicen su nombre, no hablan con nadie excepto para alcanzar sus propósitos de conseguir dinero y venganza. Así que el cura la bautiza a Ella con ese nombre y a la niña, como no entiende lo que dice al preguntarle su nombre, la inscribe en el registro como Madia o Magda, y ese es el tratamiento que recibe durante todo el libro. Por eso son personajes inquietantes hasta por sus nombres. Lo que no se sabe, al menos en esta primera parte es por qué son tan malas remalas. Insisto, los personajes no deberían ser ni tan buenos ni tan malos, y esto debería ser una regla de oro, porque hacerlos más humanos es hacerlos más creíbles. Por ejemplo a Madia o Magda la humaniza enamorándola de Roque Altube, pero Ella es una vara de acero, y a veces resulta muy artificial, muy hecho a la medida de las necesidades del autor para que encarne todo lo malo. Creo que ella es un poco la encarnación de todo lo nuevo que llega a esta tierra vasca rebosante de tradición: la industria, el socialismo... y que producen cambios irreversibles en esas gentes y en su historia, frente a Cristina Oiaindia, proteccionista y nacionalista que lucha por la permanencia de la tierra, los nombres y las costumbres (aunque, de otro lado, tambíen traiciona todos esos ideales cuando se dedica a la industria.) Son muy emocionantes las historias de amor de Roque e Isidora, y de Teresa y Manuel, sobretodo la primera, donde Roque es un campesino creyente y tradicional y ella una socialista maketa, un amor imposible, pero ella se queda embarazada y sale de cuentas en un momento de gran agitación sindical. Él la acompaña a las manifestaciones, con una silla y la partera, hasta que la niña nace en medio de una manifestación. Lo que emociona de esta historia es el tesón de él por conseguirla, por cuidarla y protegerla. Luego hay otras historias, como la de una enorme pieza de madera que Etxe encontró en la playa y los bueyes de Larreko subieron hasta el campo, y nadie sabía si el madero era de uno o de otro, y acabó convirtiéndose en mostrador de la venta de Ermo. O la historia del rebaño de llamas que le envían al indiano Saturnino Altube... en fin esas cosas que pasan en un pueblo y es un placer leer, esas sagas familiares que me pirran. Hay muchas otras historias que me gustaría comentar de este libro, pero creo que es mejor que yo pare y vosotros lo leáis.

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