jueves, 9 de octubre de 2008
Hoy, Júpiter, de Luís Landero
Tusquets editores
400 páginas
Es siempre un placer leer a Landero, sobretodo si los últimos libros que se han leído son de autores extranjeros, como es mi caso. La vuelta a Landero significa entonces la vuelta a lo cotidiano, a historias cercanas que le ocurren a gente que pueden estar entre nuestros conocidos.
Hoy, Júpiter tiene dos líneas argumentales: de un lado tenemos a Dámaso Méndez y su familia, desde que aquel tenía diez años, justo antes de que Bernardo, un niño ajeno a la familia, le arrebatara el cariño de su padre y su hermana y rompiera la armonía familiar; y de otro tenemos la historia de amor de Tomás Montejo, un profesor de literatura. Casi al final de la novela Tomás y Dámaso se conocen y se convierten cada uno de ellos en un personaje más del relato del otro.
Creo que la historia de Dámaso prevalece sobre la de Tomás porque la de el profesor de literatura es más convencional y suscita menos interés, sin embargo la relación de Dámaso con su padre y con el advenedizo Bernardo, los años de odio y soledad, el deseo de venganza...hacen una historia mucho más interesante y saber cómo acabará le aporta al libro toda la tensión que necesita para que queramos seguir leyendo.
Así, como siempre hace este autor, con sus palabras acertadas, sus expresiones precisas y sus adjetivos justos para describir desde un árbol hasta un estado de ánimo, se ha embarcado a tocar temas como las relaciones padre-hijo, el odio y la venganza, de los que nos demuestra, además, su inutilidad.
Se van alternando los capítulos dedicados a las dos historias hasta que estas convergen en un lugar común, y en varios capítulos comunes, esta estructura le aporta al libro dinamismo y amenidad a la lectura.
Los personajes se describen con tantos matices psicológicos que se diría que son personas reales, tal es la capacidad del autor para “dar vida” a sus protagonistas, la misma que tiene para conseguir que uno se sienta como bajo una parra en el cálido verano extremeño, es el poder de las palabras usadas con oficio y talento, talento que queda hábilmente demostrado también en la capacidad de tejer situaciones eróticas que resultan sutiles y a la vez brutales. Me llamó la atención que la carga erótica en esta novela es mayor que en novelas anteriores de Landero, de un erotismo crudo, sin remilgos, despojado de todo romanticismo que impresiona por el mero hecho de que uno no lo espera.El libro le debe el título a una anécdota que vive uno de los protagonistas: en una plaza de una ciudad chilena un pobre anciano pide una moneda a los que quieran mira por su telescopio, un cartelito de cartón indique la estrella que se puede ver cada día (Hoy, Júpiter), sin embargo a través del telescopio sólo se ve un vago resplandor. Quizá esta anécdota sea un guiño del autor para decirnos que no que se ve no es siempre lo que parece, así ocurre cuando uno mira a través de un telescopio porque le dicen que verá Júpiter, así ocurre también cuando, como Dámaso, uno pasa la vida odiando a alguien que al final nada tiene que ver con la persona que originó ese odio.
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