jueves, 9 de octubre de 2008

Desgracia, de J.M. Coetzee


Título original: Disgrace
Traductor: Miguel Martínez-Lage
Editorial Mondadori
257 páginas
País: Sudáfrica






Argumento
David Lurie tiene 52 años, es profesor universitario en Ciudad del Cabo. Se ha casado y separado dos veces. Ahora vive solo, su única hija Lucy vive en una granja a las afueras de Salem (Cabo Oriental), bastante lejos de él. Su vida es solitaria, pero apacible, hasta que se encapricha de una alumna suya, Melanie Isaacs. Las consecuencias serán fatales para Lurie.

OpiniónEste libro ganó el premio Booker en el año 1999, y aunque el título de Desgracia no le va mal, dado que Lurie efectivamente cae en desgracia, yo creo que estaría mejor el título traducido literalmente: deshonor, deshonra. Pues eso es lo que vive el profesor, una gran deshonra, la suya propia, la de su hija después, y hasta podríamos decir que la del país, esa Sudáfrica deshonrada por la política del apartheid, algo que no se menciona en ningún momento en este libro, pero tiene un protagonismo y un peso indudables.
El libro en sí es una cuesta abajo de desolación y desesperanza, comienza con un señor que lleva una vida solitaria, cómoda y tranquila, que comete un error y ya no hay un momento positivo en el libro, al contrario, la situación se vuelve cada vez más penosa. No sólo por los sucesos desagradables, sino porque las relaciones personales tampoco funcionan, parece que a Lurie le cuesta comunicarse, no hay más que ver las anodinas conversaciones con Melanie, las constantes discusiones con su hija. Sólo parece entenderse un poco con Bev Shaw, la vecina y amiga de Lucy, una mujer fea que en un principio le desagrada y acaba siendo algo parecido a una amiga.
Con estilo directo, sencillo y descarnado Coetzee se pone en la piel de Lurie, no justifica ni condena su debilidad, no justifica ni condena nada: porque si el profesor es débil, la sociedad es hipócrita, si el profesor infringe las normas, también los demás lo hacen.
Una imagen muy triste pero también muy importante porque recalca la sensación de crudeza y desesperanza de la historia es la de los perros a los que Bev Shaw pone la inyección letal. Bev tiene una granja, es algo así como veterinaria de los animales de los alrededores, le llegan muchos perros a los que nadie quiere, y como no los puede mantener no hay otra solución que matarlos. Quizá por eso Lurie, a quien no le gustan los animales, acaba siendo el que ayuda a Bev en esta tarea, es más, acaba ocupándose de incinerarles él mismo pretendiendo darles un fin más digno que si se mezclan con la basura que también se incinera. De algún modo la historia de esos perros sin esperanza es también su historia.
Recomiendo leerlo, pero no en horas bajas.

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