domingo, 13 de mayo de 2012

25/30. Uno para aprender a perder: Las uvas de la ira, de John Steinbeck


Escena de la película homónima, dirigida por John Ford en 1940
Perder no es fácil y dudo que alguna vez nos acostumbremos a ello, pero la vida impone sus leyes y por el camino todos vamos perdiendo: ilusiones, sueños, algunos seres queridos, se pierde la juventud, el amor, la amistad, el orgullo, la fama, los bienes materiales... son tantas cosas las que quedan atrás...

Así que ya que, de un modo u otro, estamos abocados a la pérdida, al menos hagámoslo con entereza y dignidad, luchando por mantener el tipo y no derrumbarnos. La familia Joad, protagonista de Las uvas de la ira es un buen ejemplo de todo esto, tanto de perder –y perder a lo grande- como de ser humanos, decentes y dignos en los peores momentos.
Y de todos los personajes hay uno que destaca por todos estos valores, la que llaman Madre, no necesita nombre, Madre es eso mismo: la madre, el alma de la familia, la mujer que luchará por mantener a todos unidos, la que no se rinde aunque todo se le venga abajo, la que estará pendiente de todos y cada uno hasta el último suspiro.

¿Y qué les pasa a los Joad? Pues que en los años 30, los de aquella horrible crisis que siguió al crack del 29, empezaron a perder. Primero perdieron su trabajo, y con él su hogar, luego perdieron muchas otras cosas. Trabajaban un terreno en el corazón de Oklahoma, pero un buen día “alguien” decidió que estos campesinos arrendatarios estaban de más y que había otras formas más lucrativas de explotar aquellos campos. Así fue como muchos campesinos se quedaron sin trabajo y sin poder pedir cuentas a nadie, pues los que tomaron de estas decisiones se ocultaban en el anonimato y no dudaban en echarles de allí amedrentándoles con amenazas pero sin dar nunca la cara.

Así que los Joad arreglaron una camioneta vieja y tomaron rumbo al oeste pues allí, se decía, habría trabajo para ellos. Iban Padre y Madre, los abuelos, Tom (que acaba de salir de la cárcel tras cumplir condena por matar a un hombre en defensa propia), Noah, el hijo retrasado, Al, a quien le gustaba la mecánica de coches, los pequeños Ruth y Winfield, y Rosasharn acompañada de su marido,
La familia, esperanzada, va rumbo a California, y en el camino encuentran muchas otras familias que buscan lo mismo que ellos: un trabajo y un lugar donde vivir. Desgraciadamente luego descubren que el sueño californiano no es tal y los trabajos que allí se ofrecen son, además de escasos, mal pagados. Los hacendados ejercen su tiranía sobre estos desheredados que pasan hambre y calamidades y el destino golpea una y otra vez a los Joad. Y lo que pierden es mucho. Demasiado. Pero ellos, y sobretodo Madre, luchan hasta el final, siempre con la vista puesta en un futuro mejor.

Ojalá todos supiéramos perder como ella, con valentía y esperanza, y ojalá nunca tengamos que perder tanto como los Joad, ni nos veamos en una situación en la que, por desgracia, se produzca semejante desarraigo y desintegración de todo lo que fue nuestra vida anterior.

3 comentarios:

  1. Estupenda selección, Lola, este libro es uno de mis grandes favoritos. :D

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  2. Si, una lectura inolvidable. ;-)

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  3. Y aquí pensé enseguida en "Las uvas de la ira", pero por no repetirte...

    Os recomiendo muchísimo "Regreso a la tierra", de Jim Harrison, entre muchas otras cosas porque enseña, me parece a mí, a perder a un ser querido. Y aquí os dejo más información de otra de mis novelas preferidas:

    "Ésta es una gran novela sobre la vida y el amor, a pesar de la enfermedad y la muerte. Aquejado a los cuarenta y cinco años de una esclerosis degenerativa que le conduce a la muerte, Donald se da cuenta de que, cuando no esté, no quedará nadie vivo para transmitir la historia de su familia a sus hijos. Decide entonces evocar sus recuerdos a su mujer, quien los va transcribiendo. Este descendiente de finlandeses y de los chippewa, nativos norteamericanos, tuvo que abrirse camino en la Upper Peninsula de Michigan, un medio hostil para los trabajadores pobres como él. Sin embargo, ha amado intensamente su mundo y ha concebido una religión personal basada en las creencias chippewa y apegada a la naturaleza. Donald mantiene su actitud vital y afirmativa a pesar del incesante deterioro, y su último acto consiste en un gesto libre: elegir el modo, el lugar y el momento de su muerte. Harrison ha compuesto una magnífica exaltación de la vida y de la América nativa. Escribe con mano maestra sobre el mundo natural y nuestro lugar en él, sobre las pérdidas que han conformado nuestra historia y los placeres que elevan la vida a lo sublime. Regreso a la tierra es una de las mejores novelas de la larga trayectoria de Harrison, y lo confirma como uno de los escritores en activo más importantes de Estados Unidos."

    La novela empieza así:

    "Estoy aquí tumbado, hablando con Cynthia, porque esto es más o menos todo lo que me permite mi estado de debilidad. Ahora vivimos en la antigua casa de Cynthia en Marquette para estar cerca de los médicos. Normalmente aquí vive su hermano David, pero ahora está echando un vistazo a diferentes lugares del mundo, sobre todo México. Cynthia y yo nos fugamos siendo adolescentes y nos casamos; ahora ella está otra vez en el punto de partida. Clarence, mi padre, trabajó de jardinero para su familia durante una treintena de años. Mi cama está en el estudio de su padre porque me cuesta demasiado subir. Una de las paredes del estudio está repleta de libros, y hay una escalera móvil que sirve para alcanzar los estantes superiores. Cynthia dice que su hermano vive dentro de estos libros y que nunca ha salido del todo de ahí. Tengo cuarenta y cinco años, y parece que abandonaré pronto esta tierra, pero estas cosas pasan."

    También podéis ver esto:

    http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/25758/Regreso_a_la_Tierra

    ¿Conmueve, no? Casi tanto como "Las uvas de la ira", una de las novelas más conmovedoras que conozco, con varios fragmentos para llorar a moco tendido, y con uno de los finales más tremendos que recuerdo.

    Ah, Lola, te felicito una vez más por esta entrada; me encanta tu comentario sobre esta obra de Steinbeck, buenísimo.

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