jueves, 9 de octubre de 2008

La inmortalidad, de Milan Kundera

Título original: Nesmrtelnost
Traductor: Fernando de Valenzuela
RBA editores. Colección narrativa actual
408 páginas
País: Checoslovaquia (posteriormente nacionalizado francés)

Argumento
Tiene varias líneas argumentales que conectan entre sí:
- La historia de Goethe y Bettina Brentano, una mujer con la que tuvo una relación el poeta alemán. Su finalidad en este libro es ilustrar las ideas del autor sobre la inmortalidad, que era lo que buscaba Bettina en Goethe. Incluye un simpático encuentro en el más allá entre el poeta y Hemingway.
- Las “incursiones” del autor y su amigo el profesor Avenarius en la novela, con sus encuentros y conversaciones. El libro empieza justo cuando Kundera, estando en el gimnasio imagina a Agnes gracias a un gesto que hace una mujer al despedirse de su profesor de natación. Aquí quiero añadir que ese comienzo de la novela describiendo a una señora mayor que hace un gesto de mujer joven me parece genial, precioso. Sólo con leerlo supe que estaba ante una joya de libro.
- La historia de una familia: Agnes, Paul y Brigitte (matrimonio e hija), y Laura, la hermana de Agnes, que tiene una relación con Bernard, un amigo de Paul. En realidad es la historia de las relaciones entre todos ellos.
- Y por último la vida erótico-sentimental de un tal Rubens, una novela de unas 80 páginas dentro de la novela que conecta con la otra sólo en un punto: una de las amantes de Rubens es una de las hermanas de las que he hablado anteriormente.


Opinión
Me gusta la manera que tiene Kundera de escribir: para la escena, disecciona a los personajes, lo que dicen, cómo lo dicen, por qué lo dicen. Se permite opinar sobre todo esto y a la vez dialogar con el lector. El resultado es que la acción es lenta, pero cobra gran profundidad. Hay pocos personajes pero se los conoce en lo más íntimo.
Kundera, que tiene mucho de filósofo, incluye también disertaciones aquí y allá: la vida, el erotismo, la imagen... nada escapa a su opinión de autor omnipresente que escribe como quien juega al ajedrez: moviendo ficha, explicando el porqué de cada movimiento y añadiendo una opinión de su cosecha.
La novela no sigue un orden cronológico estricto, y lo que tiene de curioso es la constante interacción que hay entre los personajes reales (Kundera y Avenarius) y los ficticios (Agnes, Paul, Laura, Bernard...): el locutor de radio que Kundera oye es Bernard, Laura es amante de Avenarius y una chica que ha provocado un accidente intentando suicidarse en la vida real es la causante del accidente de Agnes.
La novela se desarrolla en dos años, desde que el autor tiene la idea de la novela, hasta que la termina, y mientras tanto los personajes son parte de su vida también de manera física.
En el noveno capítulo de la quinta parte el autor, en una conversación con Avenarius hace unas aclaraciones que son muy útiles para entender este libro. Dice:
“La época actual se lanza sobre todo lo que alguna vez fue escrito para convertirlo en películas, programas de televisión o imágenes dibujadas. Pero como la esencia de la novela consiste precisamente sólo en lo que no se puede decir más que mediante la novela, en cualquier adaptación no queda más que lo inesencial. Si un loco que todavía sigue escribiéndolas quiere hoy salvar sus novelas, tiene que escribirlas de tal modo que no se puedan adaptar o, dicho de otro modo, que no se puedan contar.”
“Lamento que casi todas las novelas que alguna vez se han escrito sean demasiado obedientes a la regla de la unidad de la acción (...) Esas novelas se parecen a una calle estrecha por la que alguien hace correr a latigazos a los personajes. La tensión dramática es la verdadera maldición de la novela, porque lo convierte todo, incluidas las páginas más hermosas, incluidas las escenas y las observaciones más sorprendentes, en meros escalones que conducen al desenlace final, en el que está concentrado el sentido de todo lo que antecedía.”
“Una novela no debe parecerse a una carrera de bicicletas, sino a un banquete con muchos platos.”

Creo que esto ilustra lo que ha pretendido hacer Kundera en La inmortalidad. Y como es un genio, lo ha hecho muy bien: es realmente un banquete con muchos platos

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