Título original: O año da morte de Ricardo Reis
Editorial Alfaguara
Traducción: Basilio Losada
Editorial Alfaguara
Traducción: Basilio Losada
527 páginas
Una Lisboa triste y lluviosa recibe a Ricardo Reis cuando llega a bordo del Highland Brigade a fines de 1935 procedente de Brasil, donde llevaba años trabajando como médico. Ni él tiene claro por qué ha vuelto, si por las revueltas que estallaron en Brasil, o por la muerte del poeta Fernando Pessoa, que le ha afectado de manera especial. Tampoco sabe qué va a hacer con su vida, si acaso volverá a Brasil o se quedará en Lisboa, así que se instala en el hotel Bragança provisionalmente y la vida comienza a pasar para él lenta, nostálgica, sin ilusiones, esperando solo el devenir de los días.
En el hotel conoce y establece trato con el mozo Pimenta; Salvador, el gerente; Lidia, la chica que arregla las habitaciones; y la joven Marcenda y su padre, huéspedes como él, que vienen a Lisboa cada cierto tiempo para aplicar un tratamiento a la chica, que tiene un brazo inmóvil.
Lidia y Marcenda se convierten en dos amores tardíos para Reis, el de Lidia, carnal, humilde, real y prosaico; el de Marcenda platónico, idealizado, imposible. En estos encuentros se le va el tiempo, y en los paseos interminables por la ciudad, y en las charlas con el espíritu del poeta, que se le aparece de vez en cuando. Le sobra para reflexionar sobre la vida, sobre el mundo visto a través de las noticias que le van llegando diariamente: Europa está revuelta, una guerra se está gestando; en España estalla la guerra civil e Italia interviene en Abisinia.
He encontrado en este libro un homenaje a la ciudad de Lisboa y, sobretodo, un homenaje a Fernando Pessoa. El poeta es el factor determinante de toda la novela:
1. Para empezar Ricardo Reís es un heterónimo que utilizó para firmar algunas de sus obras. Como a otros de sus heterónimos Pessoa le dotó de personalidad: Reis era médico con vocación de poeta, clásico y estoico. Y esto se cumple en el protagonista de este libro.
2. También Pessoa es un personaje en esta novela, un espíritu que aparece inopinadamente para charlar con Reis y que tiene la curiosa creencia de que la verdadera muerte ocurre nueve meses después de haber muerto físicamente, que es cuando la gente ya te ha olvidado, justo lo contrario de una gestación en la que ya se tiene conciencia de la nueva vida nueve meses antes de que nazca.
Curiosamente, a lo largo de esos nueve meses el médico se va dejando tanto física como anímicamente, se apodera de él la abulia, deja de cuidarse. Cada vez sale menos y le importa menos todo. Un proceso que comienza cuando llega a Lisboa y acaba al final del libro. Un final poético y redondo donde los haya.
No puedo evitar pensar en que Ricardo Reís es el mismo Pessoa, o su recuerdo, una estela de sí mismo que aún vagaba por el mundo y que regresa a ser olvidado, pues una vez muerto el poeta tampoco su vida tiene sentido. De este modo Reis tiene la doble condición de ser un personaje real (el que regresa de Brasil) e inventado a la vez (el heterónimo).
La acción transcurre lenta, a veces parece que el argumento no avanza. La sensación de lentitud y de nostalgia impregna todo el libro, algo que viene muy bien a Saramago para transmitir cierta poesía, ciertas reflexiones sobre el ser humano, de esas que él hace como nadie. Copié algunas que me parecieron especialmente bonitas:
*La soledad no es vivir sólo, la soledad es no ser capaz de hacer compañía a alguien o a algo que está entre nosotros, la soledad no es un árbol en medio de una llanura dondo sólo está él, es la distancia entre la savia profunda y la corteza, entre la hoja y la raíz.
*Creo que todo hombre ama siempre a la mujer a quién está besando, aunque sea por desesperación.
*Alguien que se sentó a la orilla del río a ver pasar lo que el río lleva, a la espera de verse pasar a sí mismo en la corriente...
*Se dice que el tiempo no se detiene, que nada para su incesante caminata, y se dice con estas mismas palabras, siempre repetidas, y no obstante no falta quien se impaciente con su lentitud, veinticuatro horas para que pase un día, fíjese, y cuando se llega al final se da uno cuenta de que no ha valido la pena, al día siguiente vuelve a ser igual, sería mejor saltar por encima de las semanas inútiles para vivir una sola hora de plenitud, un minuto fulgurante, si es que el fulgor puede durar tanto.
Un libro totalmente recomendable, para deleitarse con él. No es una lectura fácil pero merece muchísimo la pena hacer un pequeño esfuerzo y disfrutar de su poesía y de la prosa tan elaborada que nos regala Saramago. De los que he leído de este autor es el que más me ha gustado.
Me encantó tu reseña, Babel, parece que en este libro se combina una multitud de elementos interesantes, además de esas meditaciones tan profundas, presentes en casi todo lo que le he leído (no mucho, por cierto: Memorial del Convento, Ensayo sobre la ceguera, Las pequeñas memorias, Manual de pintura y caligrafía).
ResponderEliminarTengo pendientes en casa: Historia del cerco de Lisboa, Todos los nombres, Viaje a Portugal y El hombre duplicado.
Si este que comentas es el que más te ha gustado, tendré que ir por él a la brevedad.
Abrazos.
Si es el que más me ha gustado, pero tengo que puntualizar que de él he leído solo: Ensayo sobre la ceguera, Ensayo sobre la lucidez, Todos los nombres y La balsa de piedra... y ahora este, como ves aún me quedan muchos. Pero pienso leerlos todos poco a poco.
ResponderEliminarAún así no se si conseguirán superar a este, es tan poético, tan bonito... No dudes en leerlo en cuanto puedas. Besos.
Lirismo directo a la vena
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