Editorial Seix Barral
447 páginas
La tía Julia y el escribidor es un libro divertido, de un humor basado en situaciones rocambolescas, disparatadas, inventadas como historias de telenovela por un hombre igual de extravagante: Pedro Camacho.
Como hilo conductor la vida del propio autor, a quien llaman Varguitas, universitario de apenas 18 años que vive en el Perú de los años 50, trabaja en el noticiero de una emisora de radio, escribe sus primeros relatos, vive con sus abuelos y rodeado de familiares con los que tiene un trato diario y cercano.
Marito tiene también un buen amigo, llamado Javier, y aprecia y admira al nuevo fichaje de la emisora hermana a la que él trabaja: Pedro Camacho, boliviano, famoso escritor e intérprete de radioteatros. Los dueños de las dos emisoras, la panamericana, donde trabaja Mario, y la Central, donde trabaja Camacho esperan subir audiencia con este señor pequeño, de ojos saltones que se dedica en cuerpo y alma a su profesión, con unos conceptos muy particulares sobre el mundo y las personas.
Pero lo más importante en la vida de Mario es su tía Julia, la hermana divorciada de su tía política Olga, que viene de Bolivia a casa de la familia.
Las peripecias de estos enamorados, las conversaciones con Pedro Camacho y las anécdotas diarias del autor se intercalan con los relatos que el escribidor va inventando, historias truculentas y terribles, pasiones desaforadas llenas de soledad, violaciones y desgracias bajo las que subyace una dura crítica a la cultura de los folletines, la mala literatura en contraposición a la buena literatura, que es a la que aspira Mario. Para colmo conforme avanza la novela en las historias de Camacho los personajes, sus nombres y profesiones van confundiéndose poco a poco conforme su autor va perdiendo la capacidad mental de la que siempre gozó. En casi todas ellas leemos con regocijo cómo su autor plasma sus creencias y manías sin importarle si provocan risa o pueden ofender a alguien: las constantes puyas e insultos a los argentinos, la creencia de que los problemas mentales y los digestivos van de la mano, la manía de introducir siempre un personaje en la cincuentena y decir que está en la flor de la vida, atribuyéndoles siempre unos rasgos físicos idénticos: frente ancha, nariz aguileña, mirada penetrante, rectitud y bondad de espíritu.
Vargas Llosa escribe en primera persona este texto autobiográfico de aquellos meses de su vida , su prosa es sencilla y fluida y demuestra a cada paso su conocimiento de la lengua, su capacidad de utilizarla, adornarla y presentárnosla como una novela que además de gracia tiene una gran calidad. Los personajes están bien perfilados y el uso de la jerga limeña les confiere gran realismo.
Leyendo este libro no he podido dejar de recordar otro del mismo autor: Pantaleón y las visitadores, escrito inmediatamente antes que este, de un estilo humorístico muy parecido. Si bien se valora a Vargas Llosa por obras serias de temática más política y social como Conversación en la catedral y La fiesta del chivo, no es menos loable su capacidad para hacernos reír cuando se lo propone, siendo más difícil escribir una buena novela de humor que una obra dramática.Como réplica a este libro Julia Urquidi, la tía Julia, publicó en 1983 otro libro: Lo que Varguitas no dijo, unas memorias de su vida junto a Mario una vez que ambos se casaron.
447 páginas
La tía Julia y el escribidor es un libro divertido, de un humor basado en situaciones rocambolescas, disparatadas, inventadas como historias de telenovela por un hombre igual de extravagante: Pedro Camacho.
Como hilo conductor la vida del propio autor, a quien llaman Varguitas, universitario de apenas 18 años que vive en el Perú de los años 50, trabaja en el noticiero de una emisora de radio, escribe sus primeros relatos, vive con sus abuelos y rodeado de familiares con los que tiene un trato diario y cercano.
Marito tiene también un buen amigo, llamado Javier, y aprecia y admira al nuevo fichaje de la emisora hermana a la que él trabaja: Pedro Camacho, boliviano, famoso escritor e intérprete de radioteatros. Los dueños de las dos emisoras, la panamericana, donde trabaja Mario, y la Central, donde trabaja Camacho esperan subir audiencia con este señor pequeño, de ojos saltones que se dedica en cuerpo y alma a su profesión, con unos conceptos muy particulares sobre el mundo y las personas.
Pero lo más importante en la vida de Mario es su tía Julia, la hermana divorciada de su tía política Olga, que viene de Bolivia a casa de la familia.
Las peripecias de estos enamorados, las conversaciones con Pedro Camacho y las anécdotas diarias del autor se intercalan con los relatos que el escribidor va inventando, historias truculentas y terribles, pasiones desaforadas llenas de soledad, violaciones y desgracias bajo las que subyace una dura crítica a la cultura de los folletines, la mala literatura en contraposición a la buena literatura, que es a la que aspira Mario. Para colmo conforme avanza la novela en las historias de Camacho los personajes, sus nombres y profesiones van confundiéndose poco a poco conforme su autor va perdiendo la capacidad mental de la que siempre gozó. En casi todas ellas leemos con regocijo cómo su autor plasma sus creencias y manías sin importarle si provocan risa o pueden ofender a alguien: las constantes puyas e insultos a los argentinos, la creencia de que los problemas mentales y los digestivos van de la mano, la manía de introducir siempre un personaje en la cincuentena y decir que está en la flor de la vida, atribuyéndoles siempre unos rasgos físicos idénticos: frente ancha, nariz aguileña, mirada penetrante, rectitud y bondad de espíritu.
Vargas Llosa escribe en primera persona este texto autobiográfico de aquellos meses de su vida , su prosa es sencilla y fluida y demuestra a cada paso su conocimiento de la lengua, su capacidad de utilizarla, adornarla y presentárnosla como una novela que además de gracia tiene una gran calidad. Los personajes están bien perfilados y el uso de la jerga limeña les confiere gran realismo.
Leyendo este libro no he podido dejar de recordar otro del mismo autor: Pantaleón y las visitadores, escrito inmediatamente antes que este, de un estilo humorístico muy parecido. Si bien se valora a Vargas Llosa por obras serias de temática más política y social como Conversación en la catedral y La fiesta del chivo, no es menos loable su capacidad para hacernos reír cuando se lo propone, siendo más difícil escribir una buena novela de humor que una obra dramática.Como réplica a este libro Julia Urquidi, la tía Julia, publicó en 1983 otro libro: Lo que Varguitas no dijo, unas memorias de su vida junto a Mario una vez que ambos se casaron.
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