sábado, 30 de junio de 2012

29/30. Uno que se haya robado: Raíces, de Alex Haley

Raíces fue una novela muy vendida y leída allá por los años 70 y 80, supongo que justo después de que emitieran por televisión la famosa serie basada en el libro. En casa de mis padres había un ejemplar de la editorial Ultramar que luego he visto en muchos otros hogares, y también en muchas tiendas de viejo. Yo nunca tuve que comprarlo porque cuando me emancipé vino conmigo sin permiso de mis padres, camuflado entre montones de otros libros, y hasta el día de hoy está en mis estanterías sin que nadie aún me lo haya reclamado. En la portada hay una foto de un hombre, imagino que el mismo Haley, una mujer y una niña, y debajo se puede leer: El testimonio más elocuente jamás escrito sobre la grandeza y libertad del hombre.

Es curioso que este sea un testimonio sobre grandeza y libertad cuando lo que cuenta es precisamente una historia de esclavitud. La cuestión es mirar con perspectiva. Se relata el devenir de seis generaciones de una misma familia a lo largo de doscientos años, y las raíces de esa familia se encuentran en el vil acontecimiento de aquel día de 1797, en Juffure, Gambia, cuando el hombre que originó este árbol genealógico fue capturado y llevado a Estados unidos para ser vendido como esclavo a un plantador de Virginia. Él se llamaba Kunta Kinte

Un hombre, una raza sometida y humillada, la raíz enterrada, húmeda de sudor y llanto, de un árbol. Pero pasado el tiempo este árbol fue creciendo, de él nacieron otros individuos, los hubo trabajadores humildes y también los hubo con estudios, abogados e ingenieros. Pero lo importante no fue su preparación o nivel de vida, sino que fueron libres. El árbol de Kunta Kinte dio sus frutos, y el mayor y más sabroso fue que sus descendientes disfrutaron de su libertad, y de una de las ramas de ese frondoso árbol nació esta magnífica novela donde se rescata del olvido la historia de todos aquellos africanos que fueron arrancados de su tierra para trabajar y vivir como esclavos muy lejos de su país, su familia y su cultura.

Leí esta obra con trece años, mi abuela se enfadó conmigo porque no consideraba que fuese una historia apropiada para una chica de mi edad, y seguramente tenía razón pero ya no había quien me quitase de leerla. Está repleta de violencia, enfrentamientos, violaciones... pero también de una grandeza inusitada: la que siempre tiene la verdad. Y es que las historias auténticas resultan fascinantes, una se siente parte y uno con ese horrible y hermoso monstruo que es la humanidad, y se apropia de vidas ajenas, de sensaciones ajenas, sabiendo que en un tiempo y un lugar fueron de otros. Y es que el relato de la vida de Kunta Kinte pone los pelos de punta a cualquiera, te lleva desde la lástima a la vergüenza ajena, desde la alegría de ciertos episodios hasta el asombro por la capacidad de resistencia humana. Remueve por dentro, indigna y hace saltar alguna lagrimilla, por qué no decirlo.

Agradezco desde aquí a Alex Haley su labor de investigación en su propia familia hasta llegar a sus orígenes, a su antepasado “el africano”. Es toda una lección de historia a la vez que una novela de gran calidad que ha dejado un testimonio imperecedero.
Todos estamos en deuda con Kunta Kinte, qué menos que leer su historia para poder, no paliar pero sí revivir la injusticia que se cometió con él. Que nunca se olvide el agravio para que nunca consintamos que algo remotamente parecido ocurra a nuestro alrededor.

8 comentarios:

  1. me gustó leer eso de que el libro se fue contigo camuflajado con muchos otros ¡hay tantos que yo me traje así de mi casa también! jajaja, y hasta ahorita mis papás ni enterados.
    Yo lo leí también muy joven y me impactó mucho cuanta crueldad hubo en la vida de esta familia. La serie no la vi, en aquel entonces, mis papás consideraban que no era apropiada para mí y jamás la he buscado. Quizás ahora lo haga :D

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  2. A mí me pasó lo mismo con la serie: no la ví en su momento -no me dejaron mis padres-, quizá por eso me sentí atraída a leer el libro. XD
    Un beso, guapísima.

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  3. Saludos desde Bogotá Lola. Este libro hizo parte de la colección de Best-Sellers que editó en los ochentas Oveja Negra: una especie de biblioteca popular de la que todavía conservo algunos libros, entre ellos éste. Recuerdo también que, aunque mi mamá no lee mucho, siempre habló de "Raíces" con gran entusiasmo. Seguramente me animaré pronto yo también a leerlo. Muy buena reseña.

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  4. Hola Alejandro. Está claro que los best-sellers de los ochenta eran, en gran parte, muy buenos libros, y seguro que esa colección Oveja negra tenía más de un título interesante.
    Ojalá te guste Raíces. Si te acuerdas pásate por aquí, me gustará comentarlo contigo.
    Un saludo.

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  5. Yo no leí Raíces pero sí vi la serie en su momento y me impactó tantísimo que jamás la olvidé, la recuerdo como si fuera ayer. ¡Y qué series emitían en aquella época, qué nivel! Yo Claudio, Holocausto... Buenísimas todas...

    Coincido también en la experiencia de llevarte prestados libros de casa de tus padres, cuando te independizas, y confieso que antes de eso yo ya había robado algunos libros de los que nos obligaban a leer en el cole -en grandes superficies, eso sí, que uno siempre ha querido ser un Robin Hood y sólo roba a los pobres... Bueno, y a los padres, que me quedaba el dinero que me daban para comprar esos libros para el cole, jejeje...

    En cambio, de mayor he dejado de robar -libros, por lo menos-, aunque a veces he estado tentado de ello y otras casi me he arrepentido de no hacerlo, como en el episodio que paso a relataros ahora...

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  6. Hace un par de años, me decidí a leer mi primer Coetzee y curiosamente la novela que elegí para empezar, “Esperando a los bárbaros”, sólo la tenían en una biblioteca de Barcelona. Me fui para allá –queda lejos de mi casa-, la cogí prestada, me la llevé, la leí, fui a devolverla, la biblioteca estaba cerrada, vi un buzón de devolución para el caso, dejé el libro allí dentro -aunque estaba tan llena que quedaba un poco a la vista, junto con otros libros y películas- y para mi sorpresa, cuando volví a consultar por Internet el catálogo, con mi historial como usuario, se leía allí que la novela no había sido devuelta. Llamé a la biblioteca, les expliqué que sí la había devuelto, que la había dejado en el buzón de devolución, fueron a mirar si había un error por su parte y me dijeron que no, que el libro no estaba, y que así lo tendría que reponer, es decir comprarlo y entregarlo en la biblioteca misma. Y claro, me negué: les dije que si su sistema de devolución era deficiente, por cuanto permitía meter la mano y llevarse lo que allí hubiera si estaba demasiado lleno, era problema de ellos, no mío, que había devuelto el libro en plazo y siguiendo sus instrucciones. Y aunque por fin admitieron que era como yo decía y no tuve que comprar la novela, me quedé con la sensación de que sospechaban que había aprovechado la ocasión para robar el libro y decir que lo había devuelto. Y con lo que me impactó “Esperando a los bárbaros”, tanto que pienso comprarlo al fin para releerlo algún día, pues eso, que casi me arrepiento de no haberlo hecho. Total, para que piensen que soy un ladrón… ;-)

    Aprovecho para comentar que ahora sólo compro libros en ese supuesto, es decir cuando tras leerlos de la biblioteca me gustan tanto que pienso que quizá algún día me apetezca releerlos, en gran parte por falta de dinero y también por falta de espacio y porque tengo en casa decenas de libros que compré en su momento, porque entonces me apetecía leerlos, pero por la razón que sea lo aplacé y hoy no me apetecen para nada. Por todo esto no compro.

    Y de “Esperando a los bárbaros”, decir que me pasó algo curioso: acabada de leer la novela, había empatizado tan poco con el protagonista, le veía tanto más cerca de los verdugos que de las víctimas, que me resistía a reconocer la fascinación que el mismo personaje, y el texto entero, había ejercido sobre mí mientras lo leía. Y el tiempo dio como vencedor del combate a Coetzee, claro está. Y es que si hay un libro que haya persistido en mi cabeza pasado el tiempo, que siga viniéndome a la mente y haciendo que le dé vueltas y más vueltas a la historia por más tiempo que pase, es éste. Y claro, sólo eso habla ya por sí solo de la profundidad que tiene esta obra, de lo hondo que le llega a uno, de cómo penetra en el lector y hurga en su interior, le interpela, le plantea retos, le obliga a tomar partido o por lo menos a pensar qué haría él en tal o cual situación, normalmente extrema y violenta…

    Y esto último lo digo porque luego he leído dos novelas más de Coetzee, “Vida y época de Michael K” y “Degracia”, y las que vendrán, y me da la sensación de que eso es lo que pretende el autor, y también que te des cuenta de que los juicios apresurados, o los prejuicios, que todas podemos albergar hacia sus personajes, quizá deban ser puestos en tela de juicio, que a saber si nuestros propios actos no nos sorprenderían si nos viéramos entre la espada y la pared, si no somos todas contradictorias y complejas y volubles…

    http://mi-estanteria.blogspot.com.es/2013/10/esperando-los-barbaros-jmcoetzee.html


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  7. Como me encantó ese libro. Mi madre me lo dio a leer, también cuando era joven, significaba mucho para ella. No he visto la serie pero quizá ahora lo haga.
    Siento como tú dices compasión, vergüenza ajena pero sobretodo admiración por el coraje de esta gente.
    Magnífica reseña

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Paula. Me alegra que coincidamos. ;)

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