domingo, 25 de marzo de 2012

18/30. El que más veces ha leído: Eva Luna, de Isabel Allende

No suelo releer libros, es raro que lea algún libro dos veces y rarísimo que incursione una tercera. Solo hay un par de ellos –que yo recuerde- que haya leído tres veces: uno es Eva Luna, de Isabel Allende, y el otro Mi planta de Naranja-Lima, de José Mauro de Vasconcelos, pero de este último hablaré en otro momento.

En una época de mi vida este libro de Isabel Allende me resultó inspirador y me divertí mucho con las aventuras de los múltiples personajes, que tenían una vida tan complicada y a veces patética, pero que contaban con buenas dosis de humor. Muchos de ellos pertenecían a sectores desfavorecidos de la sociedad o perseguidos por ella: huérfanos abandonados, proscritos -como putas y travestis- y guerrilleros que luchaban contra el orden político y social.
Eva Luna tiene la cualidad de parecer un cuento con el brillo de la inocencia y la aventura, y a la vez ser espejo de una realidad brutal: Chile en los años 70, que bajo la dictadura de Pinochet, las injusticias, los muertos y los desaparecidos, luchaba por recobrar su perdida democracia.

En su estructura la novela va alternando dos historias paralelas, la de la propia Eva y la de Rolf Carlé. Y en algún momento, el lector sospecha que sus destinos se unirán.


Rolf viene de Centroeuropa, ha vivido un drama familiar y otro social. Por un lado su padre, un profesor de escuela déspota y sádico, maltrata a su familia y mantiene a su mujer e hijos bajo la férula del miedo y la humillación, por otro, vive los horribles años del nazismo que hacen que Rolf quede traumatizado, con lo que su madre le manda a Sudamérica, a vivir con sus tíos y primas en un pueblo fundado por colonos europeos donde se conservan las costumbres y la manera de vida de su país natal.
En este nuevo entorno el chico descubre su vocación por la fotografía, el amor de sus fogosas primas y el cariño de sus tíos. Todo esto le libera en parte de su pesadilla europea y hace de él un nuevo hombre, dispuesto a luchar por la libertad de su nueva patria con el único arma que sabe usar: su cámara de fotos.

Por otro lado Eva tiene un origen incierto. Su madre, Consuelo, fue recogida de pequeña por unos misioneros que la llevaron a un colegio de monjas, luego entró a servir en la casa del Señor Jones, que pasaba la vida embalsamando cuerpos humanos con una fórmula de su invención. De una serie de situaciones tan fortuitas como disparatadas vino al mundo Eva, que con 6 años quedó huérfana con sólo una mujer, a quien llama La Madrina, que velara por ella. Siendo así trabajó desde muy pequeña sirviendo en casas a cual más peculiar, hasta que al fin se hartó de recibir humillaciones y salió en busca de su amigo Humberto Naranjo, un chico “de la calle” que conoció por casualidad y que desde el primer momento la protegió en todo lo que pudo. Humberto sería años después líder de la guerrilla revolucionaria, pero entonces era un muchacho aún adolescente que empezaba a conocer la realidad de su país. No podía hacerse cargo de Eva pero sí la dejó en casa de una prostituta amiga suya, una mujer de excepcional carácter y gran corazón, que enseñó a la niña a leer y escribir.

Eran tiempos de movilizaciones sociales y revueltas. Los personajes que conoce Eva aparecen en su vida por un viento del destino y desaparecen después de la misma manera. Y son varias las veces que la niña queda desamparada. En la última de ellas un turco de corazón de oro y labio leporino se apiadó de ella y la llevó a su casa en Agua santa, un pueblo de la montaña. Allí Eva se hace mujer, toma conciencia de su aspecto físico, y se enamora por primera, o segunda vez, que no hay que olvidar que la relación con Humberto Naranjo tenía un componente romántico y de atracción mutua.

Muchas cosas ocurren en este libro, entre peculiares personajes y situaciones difíciles, divertidas y extravagantes, Eva se hace mayor, demostrando una gran habilidad para inventar y contar cuentos. Una moderna Sherezade que, cuando al fin encuentra su lugar en la vida, al lado del hombre que vino de tan lejos, hace de sus noches (sus mil y una noches) un momento eterno, porque el amor y las historias que cuenta les traslada desde ese pasado tremendo de los dos a un lugar de ensueño sin limitación en el tiempo: la cama en que duermen, protegida por la lechosa claridad de las mosquiteras, donde ambos se lamen las heridas y disfrutan de la alegría de estar juntos y la felicidad que el destino les ha deparado.

Un final de cuento para una novela que, como dije antes, esconde grandes dramas, muchas dosis de brutalidad, injusticia y una gran parte de buen humor que hacen que Eva, siempre decidida y fuerte, se convierta en un personaje que, dentro de su sencillez, es una heroína, ejemplo de la fortaleza del pequeño ante el grande, de la valentía de vivir y de la capacidad de dar siempre lo mejor de sí misma: sus cuentos, que apuestan por la valentía, el amor y la capacidad de las personas –y en especial de las mujeres- de ayudar a los demás y superar todas las situaciones tristes.

¿Cómo no iba a resultar inspirador un libro así?

3 comentarios:

  1. Lo pintas muy bien, Lola, sólo que tras La casa de los espíritus, que sí pero no, y los Cuentos de Eva Luna, que por cierto, he leído dos veces, fascinante la primera, decepcionante la segunda, no creo que vuelva a Isabel Allende.

    En cuanto a tu primera frase... Yo siempre pensé que jamás releería, hasta que... Ya tenía mis dudas al respecto cuando le oí decir a un sabio catalán, Martí de Riquer, que a sus ochenta años él ya sólo releía, que más sobre seguro imposible y como siempre volvías a encontrar algo nuevo... Y luego releí -aunque más justo sería decir leí entero por primera vez- "Crimen y castigo" -la primera vez no pude con esa novela- y comprendí que nada mejor que releer, sí. Y me dispuse a poner ese descubrimiento en práctica.

    Quedaba entonces elegir alguna de mis novelas favoritas, y la posibilidad de releer "Rayuela" de forma distinta a como la leí la primera vez –como sabréis, se puede leer yendo de un capítulo a otro siguiendo las indicaciones de Cortázar, o de forma convencional, de la primera página a la última, e incluso elegir ahí si leemos sólo el texto principal o también los capítulos dispuestos al final de ese texto principal, llamados prescindibles- fue lo que me decidió a empezar por ahí.

    Y bien, en el comentario siguiente veréis lo que escribí entonces, cuando probé. Antes, sin embargo, quiero decir que por ahora no ha habido libro que haya leído más de dos veces –y tampoco he releído tanto, que hace un par de años nada más que empecé a hacerlo-, y también que estoy convencido de que el libro que más veces voy a leer en mi vida, si puedo, será “Rayuela”, sí. De ahí que elegirlo para esta parte del reto está más que justificado.

    Y ahora, sí, sin más dilación…

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  2. Hace unos años, menos de los que pensaba, leí “Rayuela” y quedé profundamente impresionado, y eso que no había entendido tantas cosas... pero ¡cómo me hechizaba el lenguaje, cómo me maravillaba el estilo, cómo me revolvía el estómago parte de la trama!

    De esta forma, ya entonces tuve claro que tenía que releer la novela de Julio Cortázar, y que cuando llegara la ocasión lo haría digamos que a la manera convencional, que es una de las opciones que nos propone el escritor al principio del texto -la otra consiste en pasar del primer capítulo al que nos indique el autor al final del mismo, a uno de los capítulos que el propio Cortázar califica de 'prescindibles'; de éste a otro, y así sucesivamente-. Y eso acabo de hacer.

    ¿Lo he entendido todo esta vez? No, ni falta que hace -por lo menos, eso mismo entienden no pocos poetas, entre ellos Cortázar, que en un pasaje de “Rayuela” critica esa manía que tiene tanta gente de entenderlo todo-. ¿Quiere esto decir que es una novela difícil? Pues diría que sí, que por mucho que el escritor aluda a otros escritores -entre ellos, Víctor Hugo-, cite diferentes obras literarias -entre ellas, “Nuestra Señora de París”- y mencione mi aria favorita -“Mon coeur s’ouvre a ta voix”, de Sansón y Dalila-, hay momentos en que lo mandarías al Sena, pero yo os invitaría a dejaros arrastrar por él hasta el fondo del río, en la noche de París, y confiar en que el propio autor os saque a flote al rato... a primera hora de la mañana en Buenos Aires. Yo lo hice y... Allá, el día fue clareando, clareando, y curiosamente, por fin lo vi todo claro cuando llegó la última noche -o al menos eso creo-. ¡Y ojo, que a partir de aquí lo cuento (casi) todo!

    En París, Horacio Oliveira es un individuo desamparado que se busca a sí mismo, o al hombre que espera llegar a ser algún día, o quién sabe qué, y que procura esquivar la soledad en reuniones con personas, la mayoría también extranjeras, con quienes comparte la pasión por el jazz y otras expresiones artísticas, el alcohol, las discusiones patafísicas, la pedantería, la megalomanía y el desprecio por los seres inferiores, como La Maga.

    Sin embargo, todos toleran a La Maga como mascota exótica y graciosa; Gregorovius va loco por tirársela, como hace Oliveira; y el propio Horacio se ve obligado a admitir que pese a la incultura de la 'gata' y sus otros muchos defectos, esa mujer felina no sólo acaba poniéndole celoso, sino que desde el primer día le da algunas lecciones, le muestra el mundo con otros ojos, le sorprende, le divierte, le enternece... Y ¡ay!, eso es lo último que le tendría que haber pasado.

    La Maga le propone compartir piso por una pura cuestión práctica, porque a ninguno les sobran los francos, Oliveira acepta... y se ahoga en el miedo a lo convencional, a lo cotidiano, al compromiso, a la convivencia, a la rutin a... Y eso que ella da y no parece pedir nada a cambio, pero Horacio -egoísta, orgulloso, fatuo- se empeña en no darse por vencido, y provoca la ruptura, una ruptura a la que él mismo se resiste... hasta que un tristísimo episodio -que no cuento para no chafaros la guitarra- lo precipita al vacío.

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  3. Perdida La Maga; a punto de convertirse en un 'clochard', en un mendigo más; harto del desamparo, de la soledad, de las reuniones con el club de pedantes, de París y de la fría lluvia, y de buscar quién sabe qué, Oliveira renuncia al 'sueño' europeo y vuelve a la patria, esto es a Argentina, a Buenos Aires, al barrio, al sol abrasador, al único amigo verdadero, a la mujer que lo espera sin un reproche...

    Allá, Oliveira parece relajarse, pero el silencio sobre su experiencia en París y la fatal atracción que lo va acercando a Talita y lo va alejando de su marido y único amigo verdadero de Horacio, Traveler, hace prever lo peor. Y lo peor llega como un fogonazo que, co mo ya he dicho, echa luz sobre toda la novela, como ocurre por ejemplo en “La señora Dalloway” de Virgina Woolf o en “Ferdydurke” de Witold Gombrowicz.

    Oliveira, Talita y Traveler han entrado a trabajar en un manicomio. Horacio hace guardia una noche, y cree ver a La Maga en el patio, jugando a la rayuela, pero es Talita, que se parece a La Maga. Talita sube a ver a Oliveira -Traveler duerme- y él, tras mostrarle a La Maga sus miedos, trata de ahuyentarlos. Talita comprende que Oliveira encontró en La Maga a la mujer de su vida y no supo verlo en su momento, que la echa de menos ahora que la ha perdido, que se siente culpable por todo lo que ocurrió y no ocurrió entre ellos -Horacio parece creer, o querer creer, que La Maga se tiró al Sena, y siente lástima por él. Oliveria siente ese sentimiento piadoso, descubre por fin qué era lo que buscaba en París -esto es, a la mujer de su vida- y comprende además que era La Maga y no supo verlo en su momento. Oliveira besa a Talita, pero Talita sabe que en realidad Oliveira está besando a La Maga.

    Preocupada, Talita le cuenta a Traveler. Mientras, Oliveira prepara su defensa, por si el amigo acude a pedirle cuentas. Traveler acude y entonces Cortázar nos revela que no sólo los dos hombres son casi como dos gotas de agua, sino que puede ser que todo sea fruto de la imaginación de Oliveira, que Oliveira tanto puede estar envidiando a Traveler y Talita por ser cómo son y por su relación -aunque no quiera su rutina, su resignación, su conformismo con la mierda de mundo que nos ha tocado vivir-, como mirándose en un espejo deformante, que le muestra lo que pudo haber sido de él y La Maga y ya nunca será.

    Traveler y compañía, por su parte, descubren que Oliveira parece haberse vuelto loco, o como mínimo tener una crisis de ansiedad, y temen que vaya a hacer alguna tontería, pero por fin Oliveira descubre a su vez cuánta poesía puede haber en la amistad verdadera y en el amor verdadero, por convencional, rutinario y resignado que éste pueda ser, y ya sólo imagina qué bonito sería suicidarse precisamente en ese momento, para terminar la vida con un bello recuerdo.

    En fin, ésta es mi interpretación de “Rayuela”. Y si a algun@ le parece mal, le ofrezco, como Cortázar, dos opciones: puede escribir ahora la suya, o imprimir esta pavada, hacer una pelota de papel, tirarla a la papelera y plof, se acabó.

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